Manifesto del humanismo existencial

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Traducido del serbio por Daniel Durini

 

La tarea más importante de la inteligencia humanista es la de contribuir a la autoconcientización en el hombre contemporáneo la cual le posibilite a la humanidad su supervivencia. Es su deber apuntar hacia las consecuencias cada vez más dramáticas del desarrollo del capitalismo como un sistema destructivo, al igual que hacia las posibilidades objetivas existentes para la creación de un mundo nuevo. A la vez, los intelectuales humanistas deben construir una estrategia política que se pueda convertir en el punto de arranque de formas globales de lucha política que a su vez pueda detener la destrucción de la vida en nuestro planeta y crear el mundo nuevo.

La crítica al capitalismo debe respetar dos postulados metodológicos: primero, la naturaleza de cierto fenómeno social (histórico) se determina con base en la tendencia de su desarrollo, en otras palabras, con base en aquello en lo que se está tornando este fenómeno; y segundo, la naturaleza de un fenómeno social determina la crítica que a éste se refiere. La naturaleza del capitalismo, es decir la tendencia de su desarrollo como un sistema destructor determina tanto la naturaleza de la crítica hacia el capitalismo, como la estrategia política de la lucha en contra de éste. No se trata de la creación de una misma forma de pensar, sino de una manera de pensar que postule preguntas de carácter existencial y esencial. Semejante manera de pensar es contraria a la ideología gobernante, la cual se manifiesta a manera de la cultura a la “Coca-Cola“, la cual intenta dejar de lado lo fundamental para darle a lo marginal una dimensión espectacular –la forma actual de propaganda en la cual aparecen los principios gobernantes del capitalismo.

Lo específico del momento histórico actual, es decir, la particularidad del capitalismo como un sistema destructor, condiciona igualmente una relación determinada con el pasado. La ideología gobernante esteriliza el ímpetu libertario-transformador del pensamiento filosófico y lo reduce a una “historia de la filosofía“ desprovista de vida, la cual se vuelve el medio de destrucción de la fuerza libertaria y vital del intelecto. La teoría crítica, basada en el humanismo existencial, debe posibilitar la “reanimación“ del espíritu creador y libertario de nuestros ancestros, incrustándolo en la lucha por la conservación de la vida misma y la creación de un mundo nuevo. En la lucha por la supervivencia de la humanidad, la idea del pasado debe realizar su potencial humanista y existencial. La crisis cada vez más profunda obliga al hombre a concentrarse en cuestiones básicas de existencia y a resumir en ese contexto la herencia libertaria y cultural de la humanidad. Es necesario librarlo de estas “colas“ sobrantes que únicamente diluyen la lucha y arrastran a la mente hacia caminos erróneos. “La humanidad como un todo“, es decir la observación del hombre desde una perspectiva histórica, está condicionada por desafíos existenciales cada vez más dramáticos. El pasado libertario debe volverse la fuente de la fuerza creadora de vida del hombre en su lucha por la supervivencia. El regreso al pasado mitológico solamente se justifica si éste significa la revitalización de mitos libertarios y creadores de vida. En caso contrario, esta vuelta al pasado mitológico arrastra la mente hacia caminos equivocados, lo que, independientemente de motivos personales que lo originan, contiene un carácter anti-existencial.

Una crítica concreta al capitalismo no puede estar basada exclusivamente en el humanismo esencial, sino que se tiene que enfocar principalmente en el humanismo existencial. Los ideales de la revolución francesa – Liberté, Egalité, Fraternité – resultan ser una condición necesaria, pero no suficiente para el futuro. La lucha por la conservación de la vida en nuestro planeta y una mayor certeza de que el hombre sobrevivirá como ser cultural (social) y biológico (natural) representan una conditio sine qua non para el futuro. En lugar del concepto de la “alienación“ (Entfremdung)  acuñado por Marx, el concepto fundamental en la crítica al capitalismo debe volverse la destrucción. El humanismo revolucionario de Marx aparece en oposición al capitalismo definido como un sistema de la no-libertad, la injusticia y la sin-razón, y defiende la libertad, la justicia social y un mundo de ideas, lo cual lo ubica en la esfera esencial. El humanismo existencial por su parte, aparece contrario al capitalismo conceptualizado como un sistema destructor que aniquila la naturaleza y al hombre como ser biológico y humano, poniendo en primer plano la lucha por la supervivencia del mundo vivo, lo cual lo ubica en la esfera existencial. La afirmación de que el hombre es un ser creador-libertario es en sí la respuesta a un mundo en el que el hombre vive alienado de sí mismo como tal. La afirmación del hombre como un ser creador de la vida es la respuesta a un mundo basado en la destrucción de la misma: la lucha por la libertad se torna una lucha por la supervivencia. En lo que a la lucha por un mundo de ideas se refiere, ello no representa un desafío solamente esencial, sino uno fundamentalmente existencial. Al mismo tiempo, la dialéctica hegeliana (marxista) puede ser aceptada sólo de manera condicionada como un punto de partida para el desarrollo de la crítica al capitalismo, debido a su pirámide histórica en la que la libertad está basada en la certidumbre existencial.

En el marxismo “tradicional“, la crítica al capitalismo vista desde la perspectiva de aquello que no es pero podría llegar a ser (el noch-nicht-Sein de Ernst Bloch) contiene un carácter abstracto. La naturaleza concreta del positivismo capitalista condiciona igualmente la naturaleza de lo negativo, es decir, de la conciencia crítica y la práctica política basadas en ésta. El hombre contemporáneo no puede adquirir una autoconciencia histórica adecuada partiendo del modelo absoluto e idealizado del hombre como de un ser universal creador de la libertad, sino partiendo de desafios existenciales impuestos al hombre por parte del capitalismo como sistema destructor. La metamorfósis del hombre en el ser humano (en aquello que él en su naturaleza es – un ser totalizador, libertario-creativo-creador de la vida) y la transformación del mundo en un mundo humano se encuentran condicionados por la mutación del capitalismo en el capitalismo, es decir la transformación del capitalismo en aquello que realmente es – un sistema totalitario destructivo. El futuro concreto no está basado en aquello que el hombre desea hacer partiendo de sus necesidades humanas verdaderas, sino en aquello que el hombre está obligado a hacer para que la humanidad sobreviva. El plano existencial del futuro se encuentra directamente condicionado por los desafíos existenciales. El desarrollo del capitalismo ha llevado a que el futuro ya no sea posible como producto de la práctica libre (visionaria) creadora del hombre (la “apertura“ de Bloch), sino que está condicionada por las consecuencias creadas por el capitalismo como sistema destructivo. Las posibilidades objetivas para la creación de un mundo nuevo y la posibilidad de la realización del hombre como un ser creativo universal están a su vez condicionadas por las posibilidades de desarrollo del capitalismo como sistema destructivo. Esta es la base de la dialéctica concreta del futuro. La naturaleza mermada, el hombre mutilado, los poderes destructivos acumulados por el capitalismo, por medio de los cuales la humanidad puede ser destruída – todo eso es el estado igualmente objetivo que inminentemente cuestiona la posibilidad de un futuro y su planificación. No es que sea el hombre el que se enfrenta con problemas que es capaz de resolver, como dice Marx, sino que es el capitalismo el que le está imponiendo al hombre la tarea crucial: preservar la vida en este planeta y salvar a la humanidad de su destrucción. Estar a la altura de esta tarea histórica impuesta al hombre por el capitalismo significa confrontar el capitalismo como sistema que destruye la vida.

Para los teóricos marxistas, el impulso básico existencial del hombre es el estómago vacío. Es típica la posición de Bloch de que “en la base de la planeación se encuentran el hambre, la pobreza y la escasez“. El capitalismo les llena los estómagos a sus huestes destruyendo la naturaleza y degenerando al hombre como ser natural y humano, volviéndolo un contenedor de basura en el que desaparecen los cada vez más venenosos desperdicios de la sociedad “de consumo“. En lo que a la agresividad innata del hombre como ser vivo se refiere, el capitalismo la transforma en un poder destructivo. La energía potencialmente versátil de la gente, generada por su cada vez mayor insatisfacción, se vuelve el spiritus movens del capitalismo por medio de la esfera vital e ideológica de éste. La necesidad de vivir se transforma en la necesidad de destruir. Criticando a Hegel, Bloch apunta, con razón, a que no necesariamente cada generación en la historia representa un paso adelante. Sin embargo, él no ve que la negación capitalista lleva hacia la destrucción del mundo. No dice ni una palabra acerca del capitalismo como un sistema destructivo y en ese contexto acerca de la conciencia sobre la posibilidad de la destrucción de la vida como un ingrediente importante de la conciencia revolucionaria. La anticipación de un futuro concreto tiene que prever el desarrollo del capitalismo, es decir, las consecuencias creadas por el capitalismo como sistema destructivo, las cuales inminentemente condicionan la libertad del hombre y con ello igualmente la posibilidad de un futuro y su naturaleza concreta.

Existen dos bases históricas para la interconexión humana: la espontánea, siendo la necesidad del hombre de tener contacto con otro ser humano (la naturaleza erótica del hombre, simbólicamente “el amor“); y la represiva, sobre todo el aseguramiento de la existencia más inmediata (el trabajo y todo lo condicionado por éste, simbólicamente “el deber“). Hasta ahora, en todos los períodos históricos, la satisfacción de la base represiva de la interconexión humana se ha desarrollado en detrimento de las relaciones humanas. Al volverse homo faber, el hombre empezó a reprimir y perder sus características humanas auténticas (su naturaleza erótica), lo cual ha alcanzado la cúspide en la sociedad capitalista la cual se ha vuelta la “civilización de la técnica“ donde el hombre no se ha deshumanizado solamente, sino que también se ha desnaturalizado. A manera de sistema de destrucción totalitario y global, el capitalismo ha postulado las preguntas de la necesidad y la libertad de una manera mucho más dramática. Ya no es el trabajo como tal, sino la lucha por la preservación de la vida (y del trabajo correspondiente a ella) la obligación existencial más importante del hombre. La lucha por la supervivencia se ha vuelto el “reino de la necesidad“ actual y sobre estos cimientos se desarrollará el hombre como un ser totalizador creador de la vida. El capitalismo contemporáneo ha “unificado“ las esferas existencial y la esencial: la lucha por la libertad se ha vuelto la obligación existencial, mientras que la lucha por la supervivencia se ha vuelto el desafío fundamental libertario. Ya no son las esferas del trabajo, el arte o el juego el punto de arranque de la práctica libertaria, sino que lo es el hombre como ser totalizador creador de la vida que observa su vida entera en un plano existencial-esencial. Esto significa, en el contexto de la lucha contra del capitalismo, que el capitalismo ha convertido las leyes naturales, las de las instituciones sociales y al hombre mismo en medios para la destrucción de la vida. En este contexto, el trabajo, por medio del cual se realizan los poderes creativos (creadores de vida) del hombre y se crea el mundo real humano, se ha vuelto la actividad esencial básica. De la misma manera en la que hoy en día la producción de bienes (mercancías) es al mismo tiempo la destrucción de la vida, en la sociedad futura la producción de bienes será al mismo tiempo la creación de condiciones de vida sanas (una naturaleza purificada) y la creación de un ser humano sano (puro). La terea fundamental de la humanidad será en un futuro volver a establecer el equilibrio ecológico y de esta manera crear las condiciones de vida en las cuales el hombre pueda subsistir. A ello será supeditado el desarrollo de fuerzas de producción, los mismos procesos laborales, las actividades de tiempo libre y, prácticamente, toda la vida. En esas condiciones, la competencia reducida a la lucha por la victoria conceptualizada como la creación de mejores resultados (récords), como sucede en el deporte, pasará a formar parte de la prehistoria del hombre.

Aquello que deberá generar una mayor calidad en las relaciones humanas, sobre la base de la preservación de la vida en el planeta, es la motivación para el desarrollo de bases más humanas para estas relaciones, esto es, que ello deberá ser condicionado por la necesidad del hombre de conectarse con otro ser humano. La cuestión aquí es que el capitalismo ha tornado todas las instituciones sociales, al igual que la vida entera, en medios de reproducción del capital, es decir de la destrucción de la vida. Para subsistir, el hombre no tiene a quién acudir por ayuda más que a otro hombre o a otra mujer: la colectividad es un imperativo existencial. En el sentido dialéctico, el hombre como ser humano realizado se ha vuelto un ser totalizador creador de la vida – en su relación con el capitalismo como un sistema totalizador de la destrucción. En este contexto, podríamos reformular una de las tesis fundamentales del Manifiesto del Partido Comunista de Marx, que reza: “la libertad de cada uno es la condición básica para la libertad de todos“. Partiendo de que la humanidad está en peligro debido a que está en peligro la vida de cada uno de los seres humanos, se puede formular la tesis de que la supervivencia da cada uno es la condición básica para la supervivencia de todos.

El totalitarismo capitalista es la forma más nociva de totalitarismo jamás creada. Ésta está basada en la total comercialización de la naturaleza y la sociedad. Cada parte del planeta y cada segmento de la vida social e individual se ha vuelto una parte constituyente del mecanismo de reproducción destructiva capitalista. La vida misma se vuelve el poder totalizador que forma el carácter de la gente, su conciencia, las relaciones humanas, su relación con la naturaleza… Las formas históricas de totalitarismo aparecen en relación con la idea del pasado, una cierta idea transcendental, o la idea del futuro – lo que abre la posibilidad de una crítica hacia ellas. El totalitarismo capitalista contemporáneo está basado en el nihilismo destructivo: destruye tanto la idea de la transcendencia, como la idea del futuro (pasado) y por lo mismo la posibilidad misma de establecer una distancia crítica hacia el mundo existente. Mientras el capitalismo se encontraba en la fase de su establecimiento, éste producía la conciencia visionaria la cual no abría exclusivamente el espacio para el desarrollo del capitalismo, sino igualmente para su transcendencia (Moro, Campanella, Hobbes, Bacon, Owen, Fourier…). Al volverse un sistema totalitario y destructivo, el capitalismo ha ido exterminando la conciencia visionaria y creando una conciencia positivista totalitaria a la cual le conviene la idea del “fin de la historia“ y “el último hombre“ (Fukuyama). El capitalismo deroga la historia transformando el tiempo histórico en acontecimientos mecanizados, en otras palabras, en la nada positivista. Al mismo tiempo, el conteo del tiempo capitalista no posee nada más un carácter anti-histórico, sino también anti-existencial. El capitalismo destruye la posibilidad misma del futuro, la cual aparece como un u-topos degenerado a la manera capitalista.

El desarrollo capitalista de fuerzas de producción no incrementa la certidumbre de la supervivencia humana, como asegura Marx, sino que la pone en duda de una manera cada vez más dramática. De allí que en lugar de crear optimismo, el “progreso“ capitalista crea miedo del futuro. La característica más nociva del capitalismo es la de crear fuentes de ganancia de los efectos de la destrucción de la vida y de esa manera la base para su futuro desarrollo; convirtiendo, además, los poderes creadores del hombre en un medio para el desarrollo de poderes destructivos del capitalismo y el aceleramiento del proceso de destrucción. El capitalismo se ha vuelto un mecanismo autorreproducible de la destrucción, el cual significa para el mundo vivo lo mismo que un tumor maligno para el organismo: se prolonga la vida devorando todo aquello que posibilita la supervivencia de la humanidad. No se trata únicamente de una destrucción sistemática, sino definitiva, de la vida en el planeta.

El hombre contemporáneo no enfrenta solamente el terror ideológico, militar y policíaco gobernante, como solía suceder en el pasado, sino también los poderes destructivos acumulados del capitalismo. En el capitalismo domina el espíritu de la barbarie destructiva que condiciona las actividades de la clase gobernante y su estrategia defensiva. El uso de bombas atómicas, de hidrógeno o de neutrones, creación de virus letales, generación de condiciones de inanición en una población, contaminación y destrucción de fuentes de agua y otros ejemplos afines (con lo que serán asesinados cientos de millones de personas y el medio ambiente será contaminado de manera irreversible) representan para la “élite“ plutocrática mundial, degenerada a la manera capitalista, una “medida justificada“ si es que con ella se puede prolongar la supervivencia del capitalismo. Para evitar la destrucción del capitalismo, los fanáticos del mismo están dispuestos a destruir la humanidad y la vida en el planeta.

La agresión de la OTAN en contra de Serbia en la primavera de 1999, por medio de la cual se le obligó a Serbia volverse parte del “nuevo orden mundial“ estadounidense, indica la verdadera naturaleza del capitalismo. Sobre Serbia fueron lanzados 32,000 proyectiles con uranio empobrecido con lo cual se causó la contaminación del medio ambiente equivalente al efecto de más de 470 bombas atómicas idénticas a las tiradas sobre Hiroshima y Nagasaki. Siete años después del bombardeo el número de enfermos de cáncer en Serbia se ha incrementado en un 40% con la tendencia de una elevación dramática futura del número de enfermos y fallecidos. La vida de la gente que siga habitando la región bombardeada será afectada por los efectos originadas por una contaminación nuclear del suelo, del agua, el aire, la gente misma, los animales y las plantas, durante los próximos 500 años. Lo que les ha sucedido a los ciudadanos de Serbia sigue ocurriendo a lo largo y ancho del planeta. Su futuro está predeterminado por los efectos creados por la barbarie destructiva capitalista de carácter global y totalitario.

El capitalismo destruye la herencia emancipatoria de la sociedad ciudadana y la idea del novum, a la vez que crea un “nuevo“ fascismo. Los portadores del fascismo contemporáneo no son grupos de jóvenes “adornados“ con símbolos nazis, sino las corporaciones capitalistas las cuales, creando una crisis existencial y, por ende, una social generalizadas y cada vez más profundas, producen la ideología fascista. El principio gobernante del capitalismo monopólico basado en la “destrucción de la competencia“ es el generador de la práctica fascista contemporánea tanto en la esfera económica como en la política. La destrucción capitalista de la naturaleza y del hombre como ser cultural y biológico condiciona la creación y fortalecimiento de fuerzas políticas de lo más reaccionarias. Bajo el ala del capitalismo no se crea únicamente la posibilidad de una nueva sociedad, sino también de una nueva barbarie (ecocida y destructiva). Dentro del capitalismo mismo existe una lucha entre estas dos tendencias. Esa es la base y el marco de la lucha de clases contemporánea, la cual no es simplemente un lucha por la justicia social y la libertad, sino también por la subsistencia. La posibilidad del establecimiento de un período (largo) de barbarie capitalista (al igual que la posibilidad de una ruina conjunta de las clases gobernante y trabajadora) fue señalada por el mismo Marx, pero esta posición no tenía el peso suficiente dentro de su teoría (y con ello un carácter comprometedor) para que Marx con base en ello hubiera analizado las formas posibles del desarrollo del capitalismo y las formas posibles de lucha política en contra de éste. Además, la posible barbarie capitalista no tiene, según él, una naturaleza destructiva sino anti-libertaria. A Marx se le escapó que el capitalismo sea en su naturaleza una barbarie ecocida en su forma técnica, y que los capitalistas sean unos bárbaros ecocidas.

La actitud ecocida del sistema capitalista hacia la naturaleza provoca una actitud genocida de los países capitalistas más poderosos hacia los pueblos del “tercer mundo“. Precisamente aquellos que exceden cientos de veces el gasto de un ciudadano promedio del mundo en vías de desarrollo; aquellos quienes en sus mascotas gastan mucho más comida y energía de lo que gastan miles de millones de personas en países del “tercer mundo“; aquellos que llevan cientos de años destruyendo la vida en el planeta y los que construyeron su “progreso“ a partir del exterminio de “pueblos primitivos“; aquellos que cada año invierten cada vez más dinero en la incineración de cerros de comida, mientras que millones de niños alrededor del mundo mueren de inanición; aquellos que utilizan cereales para la producción de energéticos; aquellos que andan expandiendo la euforia consumista en sus medios y bloquean la producción de alimentos en países en vías de desarrollo para obligarlos a comprarles sus excedentes de trigo para ajustarles aún más la cuerda de “deudor“ alrededor del cuello; son ellos los que andan expandiendo el miedo de la “amenaza a nuestro planeta por sobrepoblación“. La tesis acerca de la “sobrepoblación planetaria“ se ha vuelta la manera más usual para ganar legitimidad al momento de destruir pueblos enteros para que las corporaciones capitalistas más poderosas del planeta pudieran acceder a sus recursos energéticos y sus materias primas.

La relación desconsiderada del capital con la naturaleza y la humanidad es el generador de una relación de desprecio entre los seres humanos. Perseguido por la tentación ecocida del capital, el (pequeño)burgués promedio del Occidente tiene cada vez menos oído para el sufrimiento y los “derechos humanos“ de otras naciones. Los principales canales de televisión del Occidente reportan durante días sobre los intentos por rescatar a una ballena encayada, operativo en el cual se invirtieron millones de dólares, para impresionar a su opinión pública acerca de su preocupación por el “mundo vivo“- pero no se les ocurre mostrar la expansión terrible del sufrimiento y la pobreza en países del “tercer mundo“, lo cual es una consecuencia directa del fascismo económico al cual son expuestos esos países. Esas escenas no son “interesantes“ para su público. Eso es verdad. El pequeñoburgués, sobrealimentado e idiotizado, no desea saber qué tipo de consecuencias genera su interminable sed por el consumo y la destrucción. Al igual que el alemán promedio no deseaba saber (como tampoco lo desea hoy en día) acerca de los crímenes indescriptibles cometidos en la Segunda Guerra Mundial a manos del ejército alemán y, especialmente, no acerca de los campos de la muerte en los cuales fueron asesinados de una manera monstruosa millones de niños, mujeres y ancianos. Es una verdad alarmante el que para el pequeñoburgués alemán actual, Hitler haya cometido solamente un “error“: no ganó. Y esa manera de pensar no es cosa del pasado, sino es el producto del desarrollo del capitalismo que ha empobrecido y deshecho el medio ambiente en Alemania a grado tal que la idea de la conquista del “espacio vital“ (Lebensraum) es impuesta de manera cada vez más frecuente como una cuestión básica existencial. El capital ecocida es el que revive las huestes nazis, el que empuja hacia sus brazos a la juventud alemana la cual, idiotizada por la cultura a la “Coca-Cola“ y cegada por el fanatismo consumidor, de nuevo debe ser utilizada como herramienta para la destrucción de “razas inferiores“, o como les gusta decir a la propaganda occidental derechista, los “pueblos sin cultura“ (a los cuales pertenecen todos aquellos pueblos que se interponen en el camino de los intereses neocoloniales del Occidente).

No hay que olvidar que el desarrollo del capitalismo está basado en uno de los crímenes más terribles jamás cometidos en la historia: la aniquilación de la población indígena norteamericana. Lo que le otorga una dimensión especial a ese crímen es que los capitalistas norteamericanos hayan hecho de la destrucción de los indios un negocio (business) con un valor de miles de millones de dólares. No fue suficiente el que hayan destruido de la manera más cruel a los nativos norteamericanos sino que, además, ya reducidos a nivel de “asesinos detestables“ los hayan vuelto “estrellas“ de la industria cinematográfica hollywoodense. Los indígenas, víctimas del mayor genocidio cometido en la historia de la humanidad, se volvieron el símbolo de la maldad, mientras que aquellos que asesinaron a millones de niños indios se volvieron la personificación de la valentía y la bondad. La destrucción de la población indígena es simbólicamente la destrucción de la vida en la que el hombre vivía en harmonía con la naturaleza. Los “héroes“ del “salvaje Oeste“, como Buffalo Bill, son la personificación del espíritu ecocida del capitalismo: el asesinato monstruoso de bizontes se había vuelto el “entretenimiento“ legendario que se volvería un ejemplo soberano para el comportamiento de los jóvenes en EUA y en Europa.

La “crisis de la izquierda“como movimiento político organizado es el resultado de la aniquilación de la herencia emancipatoria de la sociedad ciudadana a manos del capitalismo, dentro de la cual se degeneran y destruyen todos los movimientos políticos junto con las ideas que abren la posibilidad de la creación de un mundo nuevo. La “crisis de la izquierda“ es en realidad la crisis de las instituciones políticas de la sociedad ciudadana, originadas éstas por el hecho de que el capitalismo metió en su orbita de intereses a toda la “esfera pública“ y de esa manera instrumentó el proceso de creación y establecimiento de decisiones políticas. La política se ha vuelto una de las esferas técnicas del capitalismo y como tal un business, al igual que todos los demás aspectos de la vida social. El capitalismo tornó la esfera política en un mercado político en el cual cada partido pretende vender de la mejor manera posible su programa político (mercancia política) y capitalizar su influencia en la sociedad partiendo de intereses de las oligarquías corruptas y burocratizadas pertenecientes a los partidos políticos. Estos  partidos se han vuelto la propiedad privada de sus “cúpulas“, al igual como sucede con muchos sindicatos y otras organizaciones que ofrecen tan sólo formalmente la posibilidad de agrupación de ciudadanos para la protección de sus derechos humanos y de ciudadanos.

La consecuencia directa de la corrupción de los partidos (nominalmente) “de izquierda“ es la creación de un movimiento cada vez más amplio anti-capitalista que no acepta la dominación de los partidos que pertenecen al establishement político. El pensamiento original de izquierda, el que insiste en la libertad y la justicia social, está mucho más presente entre las capas de trabajadores privados de derechos y las de los jóvenes – entre aquellos vitalmente interesados en que las ideas originales de la izquierda sean realizadas. Por ello se está haciendo todo lo posible para excluir a los explotados de la esfera pública y despolitizarlos, mientras que sus hijos se están volviendo, en los estadios, en conciertos de estrellas “pop“ o en las discotecas, zombies, drogadictos, criminales o fascistas. El capitalismo intenta aniquilar al hombre como ser social y en ese contexto todas las formas auténticas de organización política (auténtica) de ciudadanos y crear del hombre un zombie atomizado, trabajador y consumidor, que se oriente en su comportamiento por la “lógica“ del irracionalismo destructivo. La confusión acerca de qué es la “izquierda“ la está creando igualmente la burguesía que intenta acabar con el movimiento obrero retomando las ideas de la izquierda y tornándolas en consignas demagógicas por medio de las cuales intenta darse a conocer como “luchador por los derechos de los obreros“ y de esa manera debilitar la izquierda verdadera. El ejemplo clásico de la demagogia izquierdista fue la campaña política de Hitler en tiempos de la República de Weimar. Bajo la misma lógica política actúa la burguesía actual. La demagogia izquierdista necesita superar el abismo cada vez mayor que separa a la burguesía de las capas trabajadoras, al mismo tiempo creando confusión que causa el que se pierda la idea del futuro.

El pensamiento de izquierda se encuentra cada vez más presente en las universidades de Occidente, pero se encuentra encerrado en ghettos y se ha vuelto el medio de destrucción de la lucha política de los explotados. Éste trastorna las cuestiones básicas existenciales y esenciales en cuestiones “filosóficas“ y “teóricas“ y de esa manera las libera de su contenido social e histórico concreto. La lucha por la supervivencia y la libertad es sustituída por “discusiones teóricas“ y “diálogos“ interminables con los cuales se mutila la conciencia crítica y se impide la práctica transformadora. La lucha política en contra del capitalismo se degenera a manera de “proyectos científicos“, “reuniones filosóficas“ o “seminarios“, en los cuales, cada quién dentro de su disciplina, se ocupa de los efectos creados por el capitalismo, sin tocar los fundamentos de éste. La razón se escabulle de la realidad social concreta y se atomiza en las facultades, los institutos, los seminarios o los congresos. Las cuestiones concretas existenciales y esenciales se vuelven objeto de discusiones teóricas y como tal, por medio de la expresión específica lingüística, el privilegio de los “intelectuales“. El pensamiento filosófico se vuelve el pensamiento formalista, una especie de técnica del pensamiento que posée un carácter positivista y por lo mismo, anti-libertario y anti-existencialista. La “esfera intelectual“ se vuelve la forma institucional de extracción del intelecto (ideas) e impedimento del derecho a pensar del ciudadano, y como tal, la manera fundamental de su esclavización espiritual y consecuentemente, de cualquier otra manera.

La “sociedad de consumo“ es la última ofensiva del capitalismo que indica su ruina completa y definitiva. Ésta le prolonga la vida al capitalismo destruyendo al hombre como ser cultural y biológico, al igual que a la naturaleza. Es lo que determina lo específico de la izquierda contemporánea: la cuestión de la victoria de la izquierda se ha vuelto la cuestión de la supervivencia de la humanidad.

Lo que a la idea del mundo del intelecto (ideas) se refiere, ello no es tan sólo un deseo humanista, sino un imperativo existencial. Tan sólo el hombre del intelecto puede destruir al capitalismo y crear el mundo nuevo. Es por ello que la destrucción del hombre como ser de ideas representa una de las tareas más importantes del sistema gobernante. En ese contexto, el capitalismo intenta derribar la educación humanista y la inteligencia humanista. El capitalismo crea, por un lado, los “cuellos blancos“ – la inteligencia técnica, la fuerza motriz de la devastación del planeta reducida a “especialistas“ en cada vez más estrechas áreas de conocimiento (Fachidioten), y por el otro los “cuellos azules“ – la fuerza de trabajo manipulable desprovista de educación más básica. Las consecuencias son cada vez más visibles. Después de tantos años de vivir en la civilización capitalista y después de semejante “progreso“ realizado en su seno, un cada vez mayor número de personas se vuelve víctima de ideologías más oscuras, las cuales a raíz de su morbo, superan todo lo que hasta ahora haya sido visto. Tan sólo en Estados Unidos de América actuan miles de sectas “satánicas“ y similares, lo cual es una consecuencia directa de la destrucción despiadada de la integridad espiritual de la gente. La “sociedad del consumo“ arroja al hombre al abismo de la desesperanza espiritual donde lo esperan fuerzas oscuras que le ofrecen “satisfacción de sus necesidades“ haciendo uso de medios de manipulación con los que el capital lo transforma en un “consumidor“ desprovisto del intelecto. Para el hombre perdido en la oscuridad, incluso la hoguera es una fuente de luz y una señal del camino.

Todos aquellos símbolos a través de los cuales el hombre podía alguna vez reconocer su rostro humano y alcanzar, aunque sea parcialmente, su propia humanidad, fueron desfigurados por parte de la maquinaria propagandística capitalista. El eslogan comercial de “Coca-Cola, ¡es lo verdadero!“ adquiere el estatus de una máxima filosófica; la cabeza decapitada de un puerco sonríe tentando al hombre a comprar parte de “su“ cuerpo; las tazas del baño se anuncian acompañadas de obras cumbre de arte; los equipos deportivos exitosos se tornan objetos de anuncios para productores de tabaco y bebidas alcohólicas; los mejores artistas son utilizados como medios de transmisión de mensajes comerciales; el cuerpo desnudo femenino en posiciones humillantes es parte fundamental de una “campaña comercial exitosa“; los niños desde la más temprana edad son expuestos a formas más asquerosas de manipulación propagandística… Todo lo que tiene o puede llegar a tener un valor humano (cultural) se vuelvo medio de devaluación del hombre. Privatizando los medios públicos, el capital les ofrece a los ciudadanos una “democracia“ a manera de un “cuarto de espejos“ de la feria: en uno de los espejos, el hombre se ve “a sí mismo“ a manera de un “consumidor“ fanatizado; en el otro, a manera de un “hincha“ salvaje; en el tercero, como un “asesino“ maniatizado; en el cuarto, como un “campeón“ robotizado… Se hace todo lo posible por impedir que el hombre vea su rostro verdadero, libertario y creativo.

Con la agudización de la crisis existencial del hombre, el régimen gobernante está creando una “industria del entretenimiento“ cada vez más agresiva. Es el camino elegido para intentar mantener al hombre de “buen humor“ (siguiendo el principio de “don’t worry, be happy“) e impedir que experimente de una manera humana su existencia, se confronte con su tragedia y busque la manera de salvarse de ella. Se trata aquí del “síndrome Titanic“: el barco se está hundiendo mientras que la música se vuelve cada vez más fuerte. Los medios de comunicación gobernantes pretenden, sin importar los medios para lograrlo, hundir al hombre en el pantano de la cultura a la Coca-Cola. Y es que, apenas cuando el hombre postula la pregunta acerca del futuro, cuando se vuelve consciente de la magnitud de la destrucción mundial, entonces se torna clara la nocividad del “progreso“ alcanzado. No es casual que las nuevas generaciones sean por primera vez en la historia menos educadas que sus padres. En el país capitalista más desarrollado del mundo, los EUA, más de 100 millones de personas no son capaces de hacer uso del alfabeto oficial. Al mismo tiempo, los comerciales cada vez menos humanos y más agresivos se vuelven el “alimento espiritual“ para la gente. El ciudadano “promedio“ en Estados Unidos “es expuesto“ a diario a más de 3,000 mensajes comerciales. El sistema educativo, como institución educativa, se encuentra en ese país en una crisis cada vez mayor. Se encuentra en peligro la herencia completa de la civilización occidental, al igual que los logros alcanzados en otras civilizaciones. Se trata del desarrollo que dicta el sistema gobernante para que el nivel intelectual (de educación) del ciudadano pueda ser ajustado a sus intereses existenciales y para poder de esta manera manipular el desarrollo de la mente crítica consciente, tanto de lo nocivo del capitalismo, como de las nuevas posibilidades de desarrollo creadas en el seno de la sociedad ciudadana.

Se trata aquí, en realidad, del hecho que el hombre fue capaz de desarrollar a tal grado sus fuerzas de producción y de tal manera se ha vuelto capaz de encargarse, no solamente de los procesos de producción sino, también, del manejo de la completa existencia social, que la liberación final de la explotación y la incertidumbre existencial del hombre ya no son fantasías sino posibilidades reales. El objetivo fundamental de la industria del entretenimiento es impedir que se establezca una conexión de producción-intercambio entre los desarrollos científico y técnico existentes y la tendencia del hombre de enfocarlos hacia la satisfacción de sus necesidades reales y el aseguramiento de un futuro más cierto. Los cada vez más agresivos ataques de los medios capitalistas al pensamiento crítico es la respuesta del capitalismo al vacío cada vez mayor que él mismo está creando, al igual que a las posibilidades cada vez más objetivas de que el hombre salga del mundo capitalista y se diriga hacia una civilización de la libertad.

Las pandillas mafiosas, los “reyes“ del mundo subterráneo, los “líderes“ de los clanes fascistas y de las diferentes sectas, los dueños de la industria del entretenimiento (en la cual el deporte ocupa el lugar más importante), los narcotraficantes, las organizaciones religiosas gobernantes, los lectores de horóscopos y otros “videntes“ y brujos – todos ellos que participan en la destrucción de la mente que es capaz de confrontar los procesos de destrucción establecidos – son los aliados “naturales“ del capitalismo. El misticísmo metafísico y el fanatismo religioso son el otro lado de la “civilización tecnificada“ que le ha quitado el sentido a la vida y ha creado del hombre un medio de reproducción del capital. En el capitalismo contemporáneo, la referencia a Dios es en realidad una de las maneras que ha encontrado el pequeñoburgués para deshacerse de la responsibilidad personal que tiene en la destrucción del mundo. Las religiones gobernantes se han vuelto el medio para la destrucción tanto de la herencia emancipatoria de la sociedad ciudadana como de la fe en que es posible crear un mundo justo – siempre y cuando luchemos por él.

El capital pretende convertir al hombre en un destructor-consumidor por medio del desarrollo de sus “necesidades“ normales hacia niveles patológicos (autodestructivos), al igual que por medio de la creación de “nuevas necesidades“ que agranden el mercado (campos de destrucción). El hedonismo destructivo maniatado se ha vuelto el spiritus movens de la vida social. La velocidad y la intensidad de la “satisfacción de necesidades“ son dictadas por las necesidades del capital o finalmente, por la dinámica de su conversión. Según Allen Bloom, autor del libro The Closing of the American Mind, “la vida fue convertida en una maquinaria de masturbación interminable, comercialmente adaptada”. Se trata de la “satisfacción de necesidades” que lleva a la degeneración y la destrucción del hombre. Se está llevando a cabo la desfiguración genética del ser humano que debe llevar a tales mutaciones que posibiliten la creación del “ciudadano ideal” que sea “adaptado” a los dictados del sistema gobernante de destrucción. Las necesidades “degeneradas“ del hombre se vuelven la fuerza motriz del desarrollo del capitalismo. Aparte, es cada vez mayor la cantidad de medios para la satisfacción de estas necesidades las cuales, claro, poseen un carácter comercial. La manera misma de la satisfacción de necesidades se ha tecnificado, lo cual apunta hacia el hecho que el hombre ha ido adquiriendo una imagen de sí mismo como de un ser robotizado y cada vez menos como de un ser humano.

El modelo de una “vida sexual exitosa“ es un ejemplo típico de la degeneración capitalista de los impulsos y la destrucción del hombre como ser social. La “relación sexual“ se reduce a la técnica de “hacer el amor“ en donde el cuerpo del “compañero“ (o de la compañera) se vuelve una herramienta para la invocación del orgasmo, acompañado del uso de un número cada vez mayor de “dispositivos auxiliares“. El “sexo exitoso“ considera en la “sociedad del consumo“: luces adecuadas, espejos, una cama, un colchón, almohadas, sábanas, colchas, cortinas, una televisión, una video, cámaras, películas porno, ropa interior atractiva, bebidas adecuadas, comida especial, trastes, un sistema de audio, CDs y cassets, un baño adecuado, toallas, jabones, productos cosméticos, aire acondicionado, métodos anticonceptivos y manuales para su uso, medios para la eliminación de efectos secundarios que éstos originan, medios para la estimulación de la potencia sexual al igual que dispositivos auxiliares a manera de prótesis y penes artificiales (en diferentes dimensiones, colores y velocidades varias), cinturones, cadenas, látigos, dentaduras postizas, bombas para inflar el pecho (el éxito más reciente debido a la cada vez mayor implantación de busto), medidor de presión, drogas suaves y duras y, claro está, un(a) compañero(a) adecuado(a). A la par de un mundo del amor real y el respeto entre seres humanos cada vez más pobre, el “mundo de las fantasías sexuales“ creado por el capital se está volviendo cada vez más rico.

La esterilización de las fuerzas vitales (de reproducción) de los seres vivos se tornó el principio universal del desarrollo capitalista. El capitalismo destruye al hombre como ser biológico desposeyéndolo de la capacidad de vivir como ser reproductivo. Los hombres y las mujeres poseen cada vez menos elementos orgánicos que los capaciten como seres capaces de dar vida. El medio ambiente contaminado, el agua y alimentos envenenados, la destrucción del ritmo biológico de funcionamiento del organismo, la incertidumbre existencial que mantiene al hombre permanentemente en estado de estrés, todo ello lleva a patologías fisiológicas y mentales. La renovación de la capacidad del ser humano de crear vida representa una de las tareas más importantes que el capitalismo le impone al hombre.

La destrucción desmedida del tejido social representa una más de las características del capitalismo. Un número cada vez mayor de personas vive solo (en las grandes ciudades de los países más desarrollados de Europa occidental casi la mitad de los ciudadanos vive en “hogares con un solo miembro“), mientras que el sentimiento de soledad, que condiciona la generación de las peores formas de patología social, está adquiriendo proporciones de epidemia. En algunas áreas de producción se ha llegado a la disminución de horas de trabajo, pero al mismo tiempo ha crecido la necesidad de mano de obra “móvil“, lo cual signifíca que las personas que tienen una ventaja a la hora de emplearse son aquellas que están dispuestas a volverse laboralmente disponibles en cada momento que sus jefes lo requieran. Son estas personas las que se encuentran “libres“ de cualquier tipo de obligación social y sobre todo, familiar. Un número creciente de mujeres se está sometiendo a una esterilización “voluntaria“ para ganarse la “confianza de los empleadores“ y obtener un trabajo. El número oficial de horas de trabajo se está volviendo cada vez más flexible. El sometimiento de la vida en su conjunto al ritmo cada vez más rápido de reproducción del capital es una de las principales causas de la caída tan dramática de natalidad en los países capitalistas desarrollados.

En cuanto a la familia, el capital destruye la conexión biológica entre padres e hijos. Más precisamente, en un número cada vez mayor de casos no se puede hablar de los padres, debido a que la paternidad, al igual que la maternidad, se adquieren por medio de una operación comercial: la persona que pretende volverse “padre“ compra en el mercado el “material“ para “tener hijos“ (con la obligatoria “garantía de calidad“ de la mercancía), alquila (usualmente por medio de un anuncio en el periódico) una matriz y en nueve meses “obtiene“ un(a) hijo(a). Las relaciones tradicionales al interior de la familia se destruyen igualmente con el cambio del sexo de uno de los padres u otros miembros del hogar. Gracias al “progreso“ de la medicina, por medio de una intervención quirúrgica, la madre se vuelve el padre y el padre la madre; el hermano se vuelve una niña y la hermana un joven. Al mismo tiempo, por medio del “bisturí mágico“ la abuela se empieza a ver como la hija, la hija como la nieta y la nieta como la bisabuela en su juventud. No hay fin para este “progreso“. Muy pronto será capáz la medicina de hacer ver como perro al que se sienta como uno (o un caballo, puerco, rinoceronte…) Eso se volverá uno de las mayores alcances de la “libertad“ que el capitalismo, montado sobre la ola de su “progreso“ científico y técnico, le pueda ofrecer a sus ciudadanos. ¡Hay que ver nada más qué tipo de posibilidades se abren con todo esto! Habría que imaginarse nada más un partido de rugby entre hombres-bull dogs y hombres-jabalíes, ¡qué espectáculo!

El mito acerca de la “omnipotencia de la ciencia y la técnica“ es el medio favorito para intentar conservar la confianza, ya un poco deteriorada, en la “fuerza del progreso“ del capitalismo. Al igual que la maquinaria propagandística de Hitler en tiempos del derrumbe del sistema nazi, la maquinaria propagandística actual pretende convencer al mundo que los “milagros“ científicos y tecnológicos lo salvarán de la ruina. Hasta ayer eran vistas las plantas nucleares como un símbolo del “progreso“. Hoy se han vuelto, como mensajeros de la muerte, el símbolo de la naturaleza destructiva del capitalismo. Cargamentos abominables circulan por el “mundo libre“, mientras que cientos de miles de contenedores llenos de desperdicio nuclear de lo más venenoso son arrojados a los océanos. El planeta se está calentando, los glaciares se están derritiendo, se está elevando el nivel de los mares, está desapareciendo la capa de ozono, el clima está cambiando, la tierra se está contaminando más y más, los bosques están desapareciendo, el agua potable se ha vuelto “materia prima estratégica“… Resultó que hasta las catástrofes naturales más terribles son tan sólo fenómenos inofensivos comparadas con el terrorismo ecocida del cual es cotidianamente víctima la naturaleza. Cuando se consideran los alcances de la destrucción relacionados con la continuación del desarrollo del capitalismo, se puede concluir que hasta las comunidades humanas más primitivas resultan superiores comparadas con el capitalismo. La confrontación de la ilusión de que es posible evitar el apocalipsis global dentro del marco del sistema capitalista por medio de la ciencia, la técnica y los “proyectos ecológicos“ es una de las tareas más trascendentales de la inteligencia humanista.

La idea de Herbert Marcuse acerca de la “transformación liberadora de la naturaleza“ adquiere una dimensión histórica concreta apenas en relación a la “transformación“ destructiva capitalista de la naturaleza. En el capitalismo, el espíritu (Geist) por medio del cual la naturaleza adquiere autoconciencia (Hegel) fue abolido por medio de la técnica que no solamente contiene un carácter anti-espiritual (anti-intelectual), sino también anti-existencial. La técnica es la forma en la cual las fuerzas de la naturaleza se instrumentalizan de una manera capitalista volviéndose fuerzas anti-naturales. La transformación “liberadora de la naturaleza“ no tiene solamente un espíritu libertario, sino antes que nada uno existencial. La deficiencia principal de la naturaleza simple no es que no sea inteligente, sino que no es capáz de impedir la destrucción de la vida en la Tierra. El impedimento de que las fuerzas naturales sean instrumentalizadas con el propósito de la destrucción de la vida, al igual que la preservación de la vida por medio de la conservación de la naturaleza como una unidad creadora de vida – esa es la tarea trascendental de la humanidad. No es que la liberación del hombre de la naturaleza sea la condición principal tanto para la libertad como para la supervivencia, sino que lo es la liberación del hombre y de la naturaleza del capitalismo. Visto históricamente, el hombre se ha vuelto hombre, antes que nada, confrontando los desafíos existenciales. La naturaleza de estos desafíos condicionaba la manera de su resolución y así influía directamente en el desarrollo del ser humano. El desafío existencial impuesto al hombre por el capitalismo es el desafío más grande y más dramático que éste haya tenido nunca. Jamás en la historia había tenido el hombre como tarea preservar la vida en el planeta e impedir la destrucción de la humanidad. Este es el desafío que supera la definición clásica antropológica humanista del hombre como ser creativo, universal y libertario. Lo específico del capitalismo como sistema de la destrucción, condiciona tanto la naturaleza particular del hombre que lo defiende, como la naturaleza especifica del hombre que pretende confrontarlo. El capitalismo produce a un ser humano destructivo que se ha vuelto el medio para el desarrollo del capitalismo, que es lo mismo que de la destrucción de la vida. Al mismo tiempo, el capitalismo está produciendo al ser humano cada vez más militante del movimiento anti-capitalista, mismo que en la destrucción del capitalismo, la preservación de la vida en la Tierra y la creación de un nuevo mundo, encuentra sentido a su vida. La cada vez más intensiva destrucción de la vida condiciona una confrontación cada vez más cruel entre dos tipos de personas, los cuales en realidad representan la división contemporánea del mundo en clases: la clase de los fanáticos destructivos del capitalismo y la clase de los luchadores intelectuales e inflexibles por la supervivencia de la humanidad.

Al volverse el capitalismo el sistema totalitario destructivo, éste provoca que el hombre se vuelva un ser totalizador creador de la vida – para el que la herencia emancipatoria (libertaria y cultural) de la humanidad es el fundamento de la autoconciencia crítica y la voluntad trabajadora (creadora de vida). En la lucha por la conservación de la vida y para la creación del mundo nuevo, el hombre se volverá el ser humano real. No será el hombre mitológico que, como el ave Fénix, se elevará de las cenizas capitalistas con las alas intactas, sino el hombre concreto que con todo su ser sentirá las consecuencias de la destrucción de la naturaleza debido a que pertenece a ella de manera orgánica. De aquí que la creación del nuevo mundo conlleva la (auto) limpieza y la (auto) construcción del ser humano – la transformación del hombre en un ser purificado natural (creador de la vida). En lugar de la energía cósmica (Nietzche), la cual es tan sólo la presentación metafórica del poder vital del capitalismo monopólico, en el hombre brotará la fuerza vital de la humanidad. La “voluntad por el poder“ se volverá la voluntad por la libertad y la supervivencia.

En la lucha por la preservación de la vida en la Tierra creando un mundo nuevo llevará a tal unificación de la humanidad que serán superados todas las formas de mediación que alejan a los seres humanos unos de otros y que hacen del hombre una herramienta de fuerzas “superhumanas“ para el alcance de objetivos “anti-humanos“. En lugar de principios morales con base en los cuales se construye la conciencia represiva y normativa que sirve para la conservación del sistema gobernante, la necesidad esencial y existencial de un ser humano por el otro se volverá la base de las relaciones inter-humanas. El “movimiento anti-globalizador“ tiene un sentido histórico y existencial únicamente si es una parte constituyente del movimiento mundial anti-capitalista. Este no persigue solamente un único sujeto social del cambio, como lo es el proletariado industrial en Marx, sino un movimiento social amplio que incorpora en su seno a todos los desposeídos y a los que están concientes de que el capitalismo está llevando a la humanidad a la ruina. Los movimientos para la emancipación de las mujeres, los cientos de millones de personas que se sienten solas y a las cuáles el capitalismo les destruyó la vida, todos ellos son participantes potenciales del movimiento que confrontará el capitalismo. Al mismo tiempo, la caída del “Estado de bienestar“ de nuevo encenderá la lucha de clases en los países capitalistas desarrollados. La participación directa en la organización del proletariado contemporáneo y otras capas y grupos afectados por el capitalismo – esa es una de las tareas más importantes de este movimiento. El movimiento mundial anti-capitalista debe unificar a todas aquellas fuerzas y movimientos políticos del mundo que combaten el imperialismo actual, mismo que no posée solamente un carácter genocida sino también ecocida. Al mismo tiempo, este movimiento debe conservar una relación crítica hacia los programas de desarrollo en cualquier parte del mundo, los cuales están basados en la destrucción planetaria y desarrollan la mentalidad consumista.

No se trata aquí de la creación de un tipo de “élite“ intelectual que se autoproclame la “conciencia“ de la humanidad y que de esa manera se vuelva una agrupación ajena a la gente normal, sino de la gente conciente de la naturaleza destructiva del capitalismo que está dispuesta a dedicar su vida a la lucha por la conservación de la vida y la libertad de la humanidad. La inteligencia humanista real debe alumbrar el camino que lleva al futuro. Con la crisis cada vez más dramática creada por el capitalismo, ésta debe volverse el faro que brillará con una luz cada vez más fuerte conforme se haga más densa la oscuridad creada por el capitalismo. El principio de Prometeo se ha vuelto el principio básico existencial. Por ello resulta de una importancia trascendental no flexibilizarse y no adaptarse a la situación política momentánea. La flexibilización significa la pérdida de la capacidad de alumbrar – sin lo cual la humanidad desaparecerá en la oscuridad destructiva de la nada capitalista.

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