Introducción al libro “Un mundo nuevo es posible”

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Introducción al libro “Novi svet je moguć” (Un mundo nuevo es posible), autoría de Dunja y Ljubodrag Simonović

Ljubodrag “Duci” Simonović, abogado y doctor en filosofía así como una de las leyendas del baloncesto yugoslavo en general y específicamente del club belgradense Crvena Zvezda (La estrella roja), en co-autoría con Dunja Simonović, su hija y filósofa como él, publicaron en el 2005 el libro Novi svet je moguć (Un mundo nuevo es posible) [Dunja i Ljubodrag Simonović, Novi svet je moguć, Ed. Dunja i Ljubodrag Simonovic, Belgrado, 2005; e-mail: comrade@orion.rs; Duci’s blog: https://ljubodragsimonovic.com/ ], cuya introducción, bajo el título Basis of Contemporary Critical Theory of Capitalism (Bases de la teoría crítica contemporánea al capitalismo), me encontré traducida al inglés en esta entrada del blog Cirque Minime/Paris publicada por MickCollins.

Las bases de la teoría crítica contemporánea al capitalismo

La última escena del combate a muerte entre la humanidad y el capitalismo se encuentra en progreso. La particularidad del capitalismo es que, a diferencia de la barbarie “clásica” (la cuál es de naturaleza destructiva, asesina y saqueadora), éste aniquila la vida creando un “nuevo mundo” – una “civilización tecnificada” y un hombre adecuado, deshumanizado y desnaturalizado. El capitalismo ha erradicado al hombre de su medio ambiente (natural) y ha cortado las raíces a través de las cuales éste absorbía la fuerza creadora de la vida. La ciudades son “jardines” del capitalismo donde “crecen” las criaturas degeneradas. El excremento de perro, la gasolina y el hedor de las coladeras, los anuncios espectaculares brillantes y las luces rotantes de las patrullas policiales a lo largo de la noche – ése es el entorno del hombre del “mundo libre”. Destruyendo el medio ambiente natural, el capitalismo está creando condiciones climáticas cada vez más extremas en las que el hombre está luchando cada vez más y más duro por sobrevivir – y está creando condiciones de vida artificiales accesibles únicamente para la capa más pudiente de la sociedad, lo cuál está ocasionando una degeneración definitiva del hombre como ser natural. “La humanización de la vida” ha sido limitada a la creación de condiciones micro-climáticas, de incubadoras capitalistas especiales – condiciones artificiales de vida completamente comercializadas para las cuales la gente degenerada resulta apropiada.

La verdad más dramática es: el capitalismo puede sobrevivir la muerte del hombre como ser humano y biológico. Para el capitalismo, el “hombre tradicional” es tan sólo un medio temporal de su propia reproducción. El “hombre consumidor” representa una fase transitoria en el proceso de mutación del hombre, causado por el capitalismo, hacia la forma “más avanzada” del hombre capitalista: el hombre-robot. Los terminators y otros engendros robotizados que son producto de la industria hollywoodense de entretenimiento que crea la “visión del futuro” degenerada a manera del capitalismo, encarnan los poderes creativos, apartados del hombre, que se convierten en los vehículos para la destrucción del hombre y la vida. Se está creando una nueva “raza superior” de humanoides robotizados, la cual podría chocar con la “humanidad tradicional”, entendiendo por esta última a la gente capaz de amar, pensar, soñar despierta, luchar por la libertad y la supervivencia – e imponer su gobierno sobre la Tierra. En lugar del nuevo mundo, se está creando el “hombre nuevo”- el que está siendo reducido al nivel de la humanidad incapaz de comprometer al nuevo orden gobernante.

La ciencia y la tecnología se han vuelto la palanca básica del capital para la destrucción del mundo y la creación de la “civilización técnica”. No se trata aquí únicamente de la destrucción lograda por el uso de los medios técnicos. Se trata de la tecnificación de las instituciones sociales, de las relaciones interpersonales, del cuerpo humano. La transformación creciente de la naturaleza en un sustituto de “la naturaleza”, la creciente deshumanización de la sociedad y la creciente denaturalización del hombre son las consecuencias directas del esfuerzo del capital, dentro de una guerra económica global sin piedad, por lograr la comercialización completa de los entornos, tanto el natural como el social. El optimismo de la Ilustración se podría difícilmente apoyar sin reservas hoy en día; la noción de Marx, de que el hombre emprende tan sólo las tareas que puede resolver, particularmente el optimismo basado en el mito de la “omnipotencia” de la ciencia y la tecnología. La carrera por las ganancias ya ha causado daños irreparables e impredecibles tanto al hombre como a su medio ambiente. A través de la creación de una “sociedad de consumo”, es decir, a través de la transición del capitalismo hacia la fase de la destrucción pura, tal incremento cualitativo en la destrucción de la naturaleza y la humanidad se ha estado desarrollando de manera tal que la vida en el planeta está encarando literalmente una “cuenta regresiva”. En lugar de que se estén “marchitando” (Engels) las instituciones de la sociedad capitalista, lo que se está marchitando es la vida misma. La tesis de los teóricos de la burguesía conservadora, según la cual la historia de la humanidad termina con el capitalismo, se está volviendo cada vez más convincente. Al menos que se impida, el capitalismo acabará, ya para el inicio del tercer milenio, con lo que queda del mundo.

Lo científicos son la forma humana en la que el capitalismo utiliza las fuerzas naturales para controlar a los hombres y la naturaleza. Éstos han sido reducidos a idiotas especializados quienes, en el mundo de la técnica, en el que todo funciona por medio de “apretar botones” y en donde “todo está bajo control”, ven un mundo ideal al que habría que añorar y en el hombre-máquina, la “culminación del progreso”. Los científicos, a los que por “adquirir conocimiento” se les paga con su propia humanidad, perciben a la gente como enemigos y a las máquinas como a “amigos”. De la misma manera en la que la ganancia y no el hombre es esencial para los capitalistas, “el progreso” y no el hombre resulta esencial para los científicos – siendo el “progreso” el otro nombre para la ganancia, y la “ganancia” siendo el otro nombre para la destrucción. Los miembros de la “inteligencia técnica” son personas mutiladas no aptas para expresar su humanidad. El miedo hacia la gente se transforma en el odio hacia la gente. Ellos prescinden de manera conciente de todas las características que los hacen hombres, y escapan al mundo técnico en el que pueden “experimentar” con máquinas, la gente, el mundo viviente… El Poder de la ciencia y la tecnología se transforma en el poder de la manipulación y la destrucción. Para ellos, el mundo técnico se vuelve el mundo “natural” y el desafío estético más elevado, tal como la torre Eiffel, el tiranosaurio capitalista, la cuál simboliza la dominación de la  “civilización técnica” sobre el hombre.

Se está volviendo cada vez más evidente que el capitalismo está creando una crisis social y ecológica cada vez más profunda, misma que no puede controlar. La transición del capitalismo se está desarrollando de su etapa de “capitalismo controlado” a la del “caos incontrolable”, la cuál representa la “respuesta” final del orden gobernante a su propia incapacidad de manejar la crisis existencial en escalada dramática – de la cuál pueden generarse ya sea la detrucción del capitalismo y la creación de un mundo nuevo, o la destrucción de la humanidad y la vida sobre la Tierra. Las consecuencias del capitalismo no pueden ser controladas por medio de instituciones sociales, ya que éstas se han vuelto igualmente herramientas de las corporaciones capitalistas y han sido utilizadas para lograr sus intereses.

Los hombres han sido privados de los derechos humanos básicos: el derecho a la vida, al trabajo, a un medio ambiente saludable, a la familia, a la felicidad, un futuro… El proceso de despersonificación emprendido por medio del gobierno capitalista no muestra responsibilidad alguna por sus propias acciones. Invisible e imposible de aprehender, el espíritu del capitalismo, el cual se vuelve la fuerza fatal del destino, gobierna el mundo. Las corporaciones multinacionales destruyen el sistema legal internacional, las instituciones democráticas, el “Estado social”… La arena política se vuelve un circo político, los políticos se vuelven los bufones del capital. Las disputas públicas sobre los problemas sociales esenciales han sido reemplazadas por problemas fabricados. El “gobierno del Estado de derecho” se vuelve una máscara ideológica de la tiranía capitalista. Tarde o temprano, la esfera política se vuelve el vehículo de la clase gobernante utilizada para la depolitización de los ciudadanos y la exterminación de la confianza en las instituciones democráticas y la esperanza hacia la posibilidad de crear un orden social racional que pudiera ser una encarnación de los principios rectores de la Revolución Francesa – sobre los cuales está basado el humanismo moderno. Resultó que la democracia (del Occidente) es una forma política del gobierno del capital sobre el hombre. Las corporaciones multinacionales destruyen el legado emancipatorio de la sociedad civil, y las instituciones que deberían de ofrecer una posibilidad para la expresión de la voluntad política de los ciudadanos se vuelven en lugar de esto último, los medios para lograr sus intereses. Las posibilidades de la articulación política del descontento ciudadano creciente a través de instituciones están disminuyendo. Un número decreciente de problemas que determinen el destino de las personas han sido elevados a “cuerpos representativos”. Un número cada vez menor de personas toman parte activa en elecciones. En lugar de ser el sujeto político, el ciudadano se vuelve consumidor de programas políticos. Todo ocurre en concordancia con los principios de la economía de mercado, dentro del cuál una buena mercadotécnia es de primordial importancia para la venta de productos. “¡El dinero no apesta!” se vuelve el principio político básico. La política se vuelve una industria para la producción de falacias e ilusiones “democráticas”.

Mientras más se desarrolla la crisis del capitalismo, acompañada ésta por un creciente descontento de la gente – lo cuál genera irremediablemente la necesidad de la creación del nuevo mundo, ya que esto es un imperativo existencial – tanto más agresivos los esfuerzos de la clase gobernante por impedir su desintegración. La tarea más importante de la política gobernante es volver inexistentes las posibilidades objetivas de que el cambio del mundo existente obtenga potencial real, a través de prácticas orientadas hacia el cambio efectuadas por los oprimidos. Por ello, la destrucción de la mente (crítica) y la “pacificación” de los oprimidos a través de la idiotización se vuelven las tareas más importantes de la maquinaria propagandística gobernante. Los gobernantes capitalistas degenerados del mundo desarrollan mecanismos crecientemente terribles para la destrucción física y mental de la gente. La política gobernante está limitada a las técnicas para la manipulación de los oprimidos por medio de lo cuál está siendo aniquilado el legado emancipatorio de la sociedad civil, mientras se desarrollan relaciones cada vez más agresivas entre razas, naciones, religiones y sexos… Han sido impuestos los conflictos entre pueblos, artificialmente provocados y controlados, por medio de los cuales la confianza en el hombre y la energía orientada hacia el cambio deben extinguirse. Los “sospechosos generales” han sido etiquetados de tal manera para volverlos responsables de las causas del descontento y blancos hacia los cuales debería de dirigirse la ira de los ciudadanos privados de sus derechos. De esta manera, una relación crítica y orientada hacia el cambio para con el mundo y cualquier conciencia de clase están siendo aniquiladas, a la par que se está creando el fascismo contemporáneo. La fabricación del miedo, usada para preparar al público para el uso de los medios de destrucción masiva (incluyendo la bomba atómica y la de neutrones) por los “chicos malos” alrededor del planeta, se está volviéndo la tarea más importante de la maquinaria propagandística gobernante. El perpetuum mobile capitalista está en acción: el capitalismo genera un descontento creciente el cuál se transforma, por medio de la política limitada a la técnica de redirección del descontento de la gente hacia el cumplimiento de objetivos anti-humanos y económicos, en una fuerza generadora de la represión y la destrucción. El régimen gobernante trata de lograr la total criminalización de la sociedad, lo cuál significa que se ha creado el caos – controlado por esa misma manera de vivir (way of life) basada en el principio totalizador de “el pez grande devora al pez pequeño” – dentro del cual todos los esfuerzos por crear un mundo humanista están siendo degenerados. La criminalización de la sociedad se vuelve la forma de integración de los oprimidos a la órbita espiritual y existencial del capitalismo más importante y una manera de tratar con la lucha libertaria (de clases). La base de la criminalización de la sociedad capitalista se encuentra en la expectativa de que ésta elimine el “excedente” de la población, en otras palabras, la “fuerza laboral inútil”. La destrucción biológica de los oprimidos se vuelve la manera más eficiente de controlarlos. Éste método ha sido utilizado “de manera exitosa” por la administración norte-americana con los indios en las “reservaciones” a lo largo de todo EUA: methanol y cobijas infectadas con viruela alguna vez jugaron el papel hoy en día asignado al SIDA, cigarros, drogas y la comida envenenada…

Mientras más veloz esté operando el capital, tanto menos espacio le queda a la humanidad. El capitalismo destruye la familia y todas las demás formas de vida social y produce al hombre solitario, para el que se vuelve crecientemente difícil aceptar la responsibilidad y oponerse a la manía capitalista. Este es el momento sicológico de una importancia extraordinaria para el orden gobernante. La desgracia creciente se vuelve el generador del mal creciente con el que se mezcla masoquísticamente el ciudadano promedio (pequeño burgués) en afán de evadir su propia responsabilidad en el aniquilamiento del mundo – proceso en el que participa, de manera activa o pasiva. Nadie plantea en público el problema de la responsabilidad del hombre en el “desarrollo” global establecido – ya que esta responsibilidad implicaría el derecho a la libertad y la vida. Por ello, el concepto de la “felicidad futura” fue reemplazado por el miedo a perder la vida, como el factor principal motivacional del comportamiento. El hombre capitalísticamente degenerado ha perdido la esperanza de poder hacer cualquier cosa en el área social, de manera que intenta contruír barricadas alrededor suyo al interior de su propia deseperanza atomizada y crear su propio micro-mundo. “La libertad” de los esclavos del capitalismo está limitada a la posibilidad de adquisición de una variedad creciente de maneras aún más destructivas para “escapar” de la cotidianidad ofrecida por la industria del entretenimiento. El capitalismo genera al hombre patológico quien acepta la destrucción como parte de la vida – el pequeño burgués (petit bourgeois) es el hombre degenerado a la manera capitalista. Se ha vuelto víctima de la nada capitalista (capitalist nothingness) a tal grado que encuentra consuelo para la agonía cotidiana que experimenta en la visión del aniquilamiento final y espectacular de la humanidad: el instinto vital se transforma en instinto por la destrucción.

El capitalismo como orden totalitario quiebra el legado emancipatorio de la sociedad civil que abre una posibilidad de la creación del nuevo mundo – y produce formas de lucha política que contienen una naturaleza destructiva. El terrorismo es la forma degenerada por el capitalismo de luchar en contra del capitalismo – la violencia destructiva que utiliza los medios y los métodos capitalistas – y únicamente contribuye a la intensificación del proceso de la destrucción. No añora la creación del nuevo mundo, sino la aniquilación del existente. Esta es la diferencia esencial entre la lucha revolucionaria y las acciones terroristas. Los fanatismos y no la conciencia visionaria basada en la razón y la libertad, dominan la violencia terrorista. El fanatismo es una consecuencia de la destrucción crecientemente despiadada del mundo y la gente, efectuada por parte de los monopolios capitalistas. Un ejemplo típico es el así llamado “extremismo islámico”: una consecuencia inevitable del esfuerzo cada vez más evidente por aplastar a los musulmanes y tomar el control total sobre los depósitos petroleros. Al mismo tiempo, la “lucha en contra del terrorismo” es una nueva máscara ideológica del imperialismo norteamericano análoga a la “lucha en contra del bolchevismo judío”, la máscara del Drang nach Osten (impulso al Este, N. del T.) nazi, la aniquilación de los judios y los eslavos y la conquista del Lebensraum (el medioambiente, N. del T.) del capital alemán. “La lucha en contra del terrorismo” se vuelve un pretexto para la introducción del terror global por parte de las corporaciones capitalistas más poderosas. Aquellos que aterran al mundo a modo de la “lucha en contra del terrorismo” intentan aplastar a todos aquellos que amenazan sus esfuerzos por transformar al mundo entero en su propio campo de concentración. La “protección” ofrecida para salvarse del terrorismo es de naturaleza amafiada: aquellos que no acepten el abrazo acerado del “policía global” estarán expuestos al peor terror estadounidense. “El terrorismo global” se vuelve el “peligro mayor que amenaza a la humanidad” – es lo que se ha estado repitiendo constantemente por los sirvientes de la política norteamericana alrededor del mundo. De su posición frente al terrorismo se puede observar el verdadero alcance y los reales objetivos de la política de los EUA: el terrorismo no se relaciona con lo ideológico ni es una cuestión de alineación, éste supone una naturaleza global y anti-existencial.

Las oligarquías gobernantes de los países capitalistas más desarrollados están “resolviendo” la crisis existencial cada vez más profunda al interior de sus sociedades respectivas, pasándola a los hombros de los pobres del mundo. La supervivencia del capitalismo está directamente condicionada por el saqueo y la destrucción del mundo entero. El imperialismo contemporáneo (el cual fue nombrado “globalismo” por los intelectuales al estilo Coca-Cola), a diferencia de sus formas históricas antecesoras que eran explotadoras (¡Roba!) y genocidas (¡Mata!) en su naturaleza, es de una naturaleza ecocida (¡Aniquila!). La OTAN, el FMI y otras “organizaciones internacionales” son únicamente vehiculos que el Occidente utiliza para llevar a cabo su terrorismo ecocida y la política genocida basada en éste. Se ha establecido un nuevo fascismo, basado en el total terror global capitalista: cada parte del planeta y cada segmento de la vida se vuelve medio de reproducción capitalista – lo cuál significa que la vida en sí se vuelve el terror sobre el hombre y la destrucción de la humanidad. La destrucción cada vez más intensa de la vida lleva a la radicalización de la política genocida: la destrucción de un número cada vez más grande de personas se vuelve una precondición para la supervivencia de un número cada vez más pequeño de personas. Dentro de este contexto se estableció una teoría “de los mil millones dorados” (the golden billion) que representa una referencia estratégica para las prácticas políticas de los países capitalistas desarrollados. Esta manía capitalista ecocida genera un miedo creciente por la supervivencia y consecuentemente, basándose en este miedo, establece condiciones para la radicalización de las decisiones políticas y la acción política. El uso de bombas atómicas y de neutrones, los viruses artificiales (como el HIV) y otros medios letales se vuelven una herramienta legítima “de defensa”. En casi todos los reportes producidos por los “expertos” occidentales, la “sobrepoblación” del planeta es “el mayor peligro para la supervivencia de la humanidad”. El miedo por sobrevivir está siendo redireccionado hacia naciones del mundo que están “procreando en exceso” y con ello están comprometiendo la supervivencia de todos. La solución se ha impuesto por sí sola: la destrucción de miles de millones de “superfluos” es esencial para la supervivencia de la humanidad. Aquellos que sin reservas destruyen la naturaleza y exterminan pueblos se vuelven “los salvadores de la humanidad”. El Occidente tiene una vasta experiencia en la destrucción de naciones: la exterminación de los indios norteamericanos por el capitalismo estadounidense, y de los aborígenes chinos y australianos por el imperialismo británico – muestran las “tradiciones” occidentales de eliminación de los “excedentes” de la humanidad. Al mismo tiempo, basado en el “nuevo orden mundial” estadounidense, el “globalismo” (o la globalización) provee de condiciones para el establecimiento de nuevas plutocracias genocidas “nacionales” que tienen la tarea de destruir a la “población excedente” en sus territorios respectivos, aplicando medidas económicas y de otras naturalezas. El desarrollo sucesivo del capitalismo será pagado por miles de millones de personas inocentes, por un número creciente de especies de la fauna silvestre enfrentando su extinción, por el mundo viviente completo… Tarde o temprano, todo ello sirve para posibilitar a algunos millones de “ricos” mentalmente degenerados continuar el “disfrute” de la riqueza material creada para ellos de las cenizas y la sangre, tolerancia hacia lo cual ha sido proveida por el uso de la policía, la mafia y la tiranía militar, al igual que las ilusiones creadas por la industria del entretenimiento. Los fanáticos capitalistas son el peor tipo de terroristas: están destruyendo la vida en la Tierra.

La lógica económica del capitalismo monopólico, basado en la noción de que “el pez grande devora al pez chico”, obtuvo el grado de la razón política gobernante que determina las relaciones entre Estados. Lo que los nazis no lograron con armas y campos de concentración, las corporaciones capitalistas del Occidente lograron usando el dinero y la extorsión económica: la transformación de los países del ex-“bloque del Este” en su propio “espacio vital”, mientras que transformaron a sus ciudadanos en modernos esclavos (a la Coca-Cola). Los círculos políticos europeos en el poder identifican a Europa con la “Unión Europea” de la misma manera en la que los ideólogos nazistas declararon a Europa “el nuevo orden europeo”. Son exactamente aquellos que abogan por una Europa como una comunidad de naciones equitativas y que insisten en su herencia emancipatoria – los que son los enemigos más amargos de la “Unión Europea” que es un vehiculo para las corporaciones europeas más grandes en su camino hacia la destrucción de la herenica emancipatoria de la naciones europeas. La así llamada “Unión Europea” está siendo construida sobre la ilusión de que la entrada a la “Unión” les garantiza a todos los países europeos “prosperidad y una mejor vida”. Habría que recordar aquí que el principal objetivo proclamado por “el nuevo orden europeo” nazista fue “hacer a todas las naciones europeas felices”. La Unión Europea es (1) un orden anti-humano y destructivo basado en los principios gobernantes del capitalismo monopólico, “el pez grande devora al pez pequeño”, y “el dinero no apesta”; (2) su esfera política gobernante no provee de la oportunidad de expresión de la voluntad política de los ciudadanos sino que representa una forma política del gobierno del capital sobre el pueblo; (3) toda el área institucional, normativa y propagandística de ese orden está dirigida hacia la destrucción de la autoconciencia cultural y libertaria de los pueblos y hacia su integración a la orbita espiritual del capitalismo a nivel de la “masa” idiotizada de trabajo-consumo. La “Unión Europea” no es una “comunidad democrática de naciones”, sino una forma de integración de las corporaciones multinacionales europeas en su lucha en contra de las corporaciones estadounidenses – las cuales usan al Estado norteamericano como vehiculo para lograr satisfacer sus intereses al nivel global. La “Unión Europea” no está basada en las tradiciones emancipatorias de las naciones europeas, sino en las tradiciones imperialistas del capitalismo europeo. No es un objetivo humanista sino un vehiculo de las corporaciones más poderosas por el cumplimiento, a través de “medidas” económicas y políticas, de los objetivos idénticos a los que Hitler esperaba alcanzar para el capital alemán – por medios militares. Es la fase transitoria en el “desarrollo europeo” que lleva a la creación de un nuevo orden fascista (ecocida). De manera apropiada, esta “integración de los pueblos europeos” establecida de manera capitalista está causando que prosperen el nacionalismo y el racismo en respuesta a la privación de los derechos humanos y civiles básicos – lo cuál es una introducción a choques de dramatismo creciente que se desarrollarán basados en la frecuente imposición del capitalismo monopólico, y también basados en la contaminación creciente del medioambiente natural y el deterioro biológico de los pueblos europeos. El terrorismo ecocida capitalista genera inevitablemente el nacionalismo, el cuál ya no se basa en la lucha por obtener y mantener un trabajo o un estándar de vida, sino en la lucha por la supervivencia. Se está haciendo cada vez más evidente que “la unificación de Europa”, en lugar de desarrollar el optimismo y un ambiente de tolerancia, que corresponderían a los “ideales humanistas” a los que se refieren los políticos, lo que está creciendo es el miedo del ciudadano por su futuro a la par de su intolerancia. Los “discursos humanistas” ya no pueden conciliar la criminalidad creciente, el desempleo, la destrucción del “Estado de bienestar” y, junto con ello, de la protección social, la devastación del medio ambiente, el abuso de drogas, violencia, suicidios, fanatismo, extremismo, el florecimiento de las sectas satánicas y del fascismo, las rupturas familiares, el número creciente de niños sin padres, el tráfico de humanos y el de niños con objetivo de abuso sexual o su asesinato y robo de órganos (en Inglaterra tan sólo, más de 40,000 niños pequeños “desaparecen” anualmente), la proliferación del SIDA y otras enfermedades que diezmarán a los pobres, la soledad que está alcanzando dimensiones epidémicas… La “Europa unida” genera racismo, similar al desarrollado en EUA. Los pueblos de Europa del Este y de los Balcanes están obteniendo el estatus de “pueblos sin cultura”, lo cuál significa “criaturas inferiores”. Las lenguas habladas por la población de los Gastarbeiter (trabajadores invitados o inmigrantes trabajadores, por ejemplo en Alemania, N. del T.) no se perciben como parte de la herencia cultural europea, sino que se vuelven motivo de discriminación. Como un fenómeno masivo, los trabajadores inmigrantes les impiden a sus hijos aprender su propia lengua materna para enmascarar sus orígenes y evitar humillaciones. Tomando en cuenta que un número insignificante de hijos de inmigrantes logran obtener educación superior, se vuelve claro que el privarlos de su lengua materna se vuelve una obliteración de su ser cultural, acto por medio del cual éstos están predestinados a volverse “la fuerza de trabajo sucia”, están predestinados a realizar los trabajos más duros y peligrosos. Dentro de la “Unión Europea” se puede discernir claramente la pirámide racista del poder, basada en la supremacía económica, política y militar: Alemania, Francia e Inglaterra están en la cima, Italia, España, los Países Bajos, Bélgica… están por debajo de los primeros, los pueblos balcánicos se sitúan en el fondo de la pirámide. En la “Europa Unida”, el lugar reservado para ellos es el que los afro-americanos ocupan en los Estados Unidos de América. En su camino “hacia Europa”, los pueblos balcánicos perderán su propia (auto)conciencia histórica (cultural) y la dignidad libertaria para volverse la fuerza de trabajo recolectora de basura, mientras que los Balcanes se vuelven la fosa séptica de Europa. A los pueblos balcánicos se les ordena renunciar a sus mitos libertarios que son la base de su conciencia histórica y libertaria, mientras que al mismo tiempo se espera de ellos aferrárse al mito de “Europa” como una “comunidad de naciones libres”: los mitos libertarios han sido reemplazados por mitos coloniales. La “unificación de Europa” en concordancia con el modelo estadounidense, es decir basada en los intereses de las corporaciones multinacionales y su lucha por la supremacía, lleva a la aniquilación del “nacionalismo” lo cual se traduce en el aniquilamiento de la herencia cultural de las naciones europeas y su derecho a tomar decisiones políticas soberanas. Los EUA están poblados por el deshecho de las naciones europeas y otras, degenerados sus habitantes por el “american way of life” y la “cultura” Coca-Cola. En Europa, nos referimos a las naciones históricas como las que asocian su identidad nacional, civil y cultural con su propio país, en el que nacieron, y la libertad por la que pelearon sus ancestros. Este país es su patria vital y espiritual y la base de su imagen propia humana. “La identidad europea” no se puede construir sobre principios formales (tales como una constitución), sino basándose en la tradición libertaria y la herencia cultural de las naciones europeas. Los europeos tienen que ser personas juiciosas y resueltas que desafíen los procesos de destrucción de la herencia cultural y de la vida en general; personas (o pueblo) que llegarían a convertir, por medio de la lucha política, el potencial objetivamente acumulado para la creación de un nuevo mundo basado en la razón y la libertad en un potencial realista de liberación. Europa (el mundo) debería de volverse el jardin en el que las flores de todas las culturas europeas (internacionales) florecieran juntas. No tiene importancia qué flor es “más grande”, sino que cada una de ellas emane su propio aroma. Se trata de la implementación de las ideas que guiaron la Revolución Francesa, ideas que no son tan sólo humanistas, sino que se han vuelto principios básicos existenciales. Tan sólo basándose en una lucha por el nuevo mundo puede lograrse el legado emancipatorio de las naciones europeas y las otras naciones viviendo en Europa. Europa superará la crisis social creciente creando el nuevo mundo – o colapsará. Para los pueblos europeos, la aceptación del “american way of life” significa el suicidio.

En la guerra económica global cada vez más despiadada, llevada a cabo entre las corporaciones multinacionales más poderosas, las instituciones sociales se vuelven un instrumento utilizado para asegurar un “desarollo estable” del orden capitalista. Todo está en juego: el mecanismo completo institucional se tiene que estar desarrollando en concordancia con las crecientes demandas impuestas por el interés en los activos. No es verdad que “la política dejó de depender de la economía de una manera clásica”, como asegura Habermas, sino al contrario, es completamente controlada por la lógica de las relaciones económicas en su intento por volver a la sociedad un campo básico de producción y consumo dentro del cual el razonamiento y el comportamiento de la gente (el pueblo) estaría completamente supeditado al interés existente del capital. El Estado se vuelve el vehiculo para “introducir” a la sociedad la lógica básica de relaciones como el principio supremo para la organización de la vida social, de manera que la “eficiencia” (alguna vez “la justicia”) se vuelva el principio político clave. La “superestructura” se vuelve el medio para volver de la lógica de relaciones básicas una fuerza impulsora de la vida social entera y jugar un papel activo en su deshumanización. Su actividad se basa primordialmente en la “planeación del futuro” como un impacto activo para incrementar la certeza de la supervivencia del orden establecido. Con el descenso de la superestructura hacia la base, el círculo se ha cerrado: el Estado se vuelve el cociente totalizador del gran capital que necesita integrar a la sociedad (primordialmente para conservar la “paz social”) y posibilitar el desarrollo estable del capitalismo. Al insistir en la “introducción de elementos de la superestructura en la base”, existe la intención de probar que la razón ha triunfado sobre el caos (el así llamado “capital organizado”). De hecho, la “razón” se ha vuelto una forma de manifestación de los procesos irracionales de la reproducción capitalista. El soporte fundamental de la “razón” se vuelve el cociente instrumentalizado (destructivo) vuelto un vehiculo para el desarrollo (ciencia, tecnología, organización, etc.) y la protección (la represión económica, policiaca, ideológica y de otras formas) del orden establecido. Su esterilización se llevó a cabo de manera exitosa; se ha limpiado de todos los “perjuicios relacionados con los valores” y se ha vuelto un vehiculo ciego y eficiente para controlar al hombre. Se trata de la llamada “mente técnica” que ha aceptado las formas contemporáneas de la planificación tecnológica, aplicándolas (adaptadas y mejoradas) a la planificación del comportamiento humano. En este sentido, el maquillaje muy polítizado de la sociedad, la manera en la que se “hace política” se vuelve cada vez más alejada de la gente (el pueblo) y acepta la lógica de la eficiencia tecnócrata como la base para establecer un orden social “racional”. Sin embargo, el intento por establecer una sociedad, ubicada al interior del tumulto de eventos globales, basada en la “razón”, es como intentar reforzar las paredes de un departamento en un edificio que se está cayendo. La estabilidad de cada sociedad capitalista aislada depende de la estabilidad del orden capitalista global. Si sus cimientos están en crisis, usando “medidas racionales” es decir, la integración de la sociedad bajo el patrocinio del Estado, la crisis se puede tan sólo aliviar (la llamada “crisis controlada”), sus golpes se pueden recibir de una manera menos dolorosa, pero la crisis en sí no se puede resolver. La “política racional” de la mayoría de los Estados capitalistas más desarrollados está limitada a la construcción de una especie de rompeolas que bloquée las olas de la crisis y las haga desbordarse sobre los menos capaces (los países menos desarrollados) para resistir la crisis.

El cociente capitalista es el medio de destrucción de la mente crítica que posibilita una visión del futuro y una posibilidad de construír el mundo libre basado en la razón. En lugar de dirigirse hacia la creación de relaciones sociales tales con las que el hombre tendría la oportunidad de ser hombre y proveer lo necesario para su propia existencia, la razón se vuelve un brazo extendido de la estrategia económica (enfocada a las ganancias) la cuál tiende a transformar todas las relaciones sociales en segmentos de su propio desarrollo. La destrucción de la mente por la industria del entretenimiento, en la que los deportes juegan un papel clave, es una parte integral del proceso de destrucción de la “humanidad tradicional” y la creación del “hombre nuevo” reducido a un engendro robotizado. La totalización capitalista del mundo implica la degeneración del hombre a través de la imposición de la manera de pensar “unidimensional” (Marcuse), la cual requiere: una actitud positivista hacia el mundo; la instrumentación (volver instrumentos o medios) de todo y de todos; la dimensión cuantitativa; el misticismo en un empaque “espectacular”; el progresivismo basado en el principio de eficiencia absoluta, la cual a su vez está basada en el principio de la ganancia absoluta… Es la manera de pensar que suprime no tan sólo la esencia (libertad, justicia) sino también la existencia (la supervivencia biológica, la naturaleza), lo cuál significa que es de naturaleza fatalista. Al mismo tiempo, una imagen idealizada de los períodos clásico y medieval se vuelve la base del desarrollo de una idea de trascendencia que se vuelve el vehiculo para la nulificación de la mente visionaria y de la idea de un futuro. La Iglesia cristiana (y también casi todas las demás) son aliados naturales del capital, el cuál intenta destruir la autoconciencia del hombre moderno (el ciudadano) como un sujeto constitutivo de la sociedad civil y el creador de su propio mundo. La cristiandad y las otras religiones apocalípticas contribuyen al desarrollo de la conciencia que la destrucción del mundo es inevitable. Una cosa es predicar tales ideologías en una situación en la que no existe una amenaza real de destrucción global, como solía serlo el medievo, pero algo completamente diferente cuando esa amenaza se está vuelviendo cada vez más real.

La manipulación se mueve de un nivel ideológico hacia uno sicológico. La conciencia se ha “superado” – lo que importa es el subconciente. Tanto la industria de la mercadotécnia como la perteneciente a la esfera política operan basadas en este principio. Todos los esfuerzos se han invertido en impedirle al hombre comprender su propia trágica posición en el mundo, en el que gobierna la ausencia destructiva (destructive nothingness). Es el terror de los medios de comunicación dominado por la industria del entretenimiento y los videoanuncios – los que crean los espejos distorsionados en los que el hombre puede ver tan sólo “su propia” imagen degenerada. El capitalismo destruye de manera sistemática la habilidad y la necesidad del hombre por plantear las preguntas esenciales sobre su propia existencia (social), al igual que su potencial por responderlas. Casi todo el espacio de los medios de comunicación está dominado por aquellos que destruyen la vida y marginan lo esencial, mientras que le atribuyen una dimensión crucial a lo marginal. Los “escandalos sensacionalístas”, “los partidos (deportivos) históricos”, programas protagonizados por las “estrellas” de los medios, las películas “espectaculares” hollywoodenses y las telenovelas – se vuelven vehiculos para desviar la atención de la gente (el pueblo) de los problemas que determinan la supervivencia de la humanidad o su idiotización. Bloquear la conciencia del hombre y proporcionarle una válvula de escape para su ser reprimido, su descontento creciente, el miedo, la ansiedad – y la inseminación del hombre con el espíritu gobernante del capitalismo de donde deberá nacer el “hombre positivísta (positive man)” – ésa es la esencia del “espectaculo”. Por todo lo anterior, la creciente importancia de los deportes. La manipulación sicológica en éstos está basada en la máxima de Iuvenal de panem et circences (pan y circo, N. del T.), inovada al estilo capitalista: mientras menos pan haya, más abundantes juegos sangrientos habrá. El descontento creciente de los oprimidos está ardiendo en los estadios – las chimeneas del capitalismo. El deporte es una forma espectacular en la que emerge la irracionalidad capitalista destructiva – basada en el principio absoluto del desempeño (ganancia) y en el principio social-Darwinista mutado a manera capitalista. Si los criterios existenciales y humanistas (relacionados con la mente) se toman como un objetivo a ultranza, queda claro que añorar romper los récords lleva a la auto-destrucción del hombre, y hacia la destrucción de su ser cultural: el “progreso” se vuelve una manera de obtener legitimidad para las prácticas deportivas destructivas. Tan sólo cuando se perciben de manera adecuada las tendencias del desarrollo del deporte; sólo entonces se puede entender su esencia – es decir, su carácter destructivo. Entonces, una de las tareas primordiales del deporte es la eliminación de la conciencia visionaria. Éste representa un modelo educacional que reconoce su propio resultado en la manera actual de vivir, en la que es elevado al nivel de fenómeno mítico. El deporte es una de las maneras más utilizables para transformar la energia creadora de vida del hombre en una práctica destructiva. La inducción de la sociedad hacia el deporte se ha vuelto una de las formas claves de la totalitarización capitalista del mundo. De la misma manera en la que los Juegos Olímpicos de los nazis fueron utilizados para enmascarar las verdaderas intenciones de éstos, el deporte contemporáneo se está usando para conciliar el “partido” existencial entre el Occidente y el resto del mundo, en el que no hay ganadores y perdedores, sino únicamente los exterminados y los que sobreviven.

El cuento del “american dream” terminó. El asesinato de Martin Luther King, John Lennon y muchas otras personas que lucharon por un mundo humano mostraron claramente que la noción de una “sociedad mejor” representó la mayor amenaza para los grupos capitalistas gobernantes ya que proveó de la posibilidad del desarrollo de una plataforma política que podría dirigir el descontento creciente de los oprimidos hacia la creación de un mundo nuevo (justo). El principal objetivo de la maquinaria propagandística capitalista es matar la esperanza de las personas en que el futuro es posible y que luchar por él sí tiene sentido. No se puede culpar al capitalismo del creciente descontento de la gente, sin embargo sí a los políticos “irresponsables” que prometían un futuro “feliz”. La “visión del futuro” se ha vuelto una comodidad que se le ha estado vendiendo a la gente a través de programas de televisión, a través de la nulificación de su necesidad por fantasear acerca de la libertad y la justicia. Esta comodidad glorifica la tecnología (destructiva) creando de este modo la ilusión de la “naturaleza progresista del capitalismo”. Los científicos están preocupados con lo que le sucederá al planeta en 5 millones de años pero no muestran interés alguno en lo que le pasará a la humanidad en los próximos cien años. En lugar de la confianza en el “american dream“, el cual era usado hasta hace poco por la maquinaria de la propaganda capitalista para la integración de ciudadanos al orden gobernante, el principal vehiculo para el reforzamiento de la dictadura global capitalista es hoy en día la intimidación de ciudadanos con la “amenaza terrorista”.

Los ideólogos del capitalismo representan la vida como si nada serio estuviera pasando – como si el mundo no estuviera en el mero filo de su total ruina. La crítica burguesa del capitalismo no está dirigida en contra del capitalismo, sino exactamente en contra de la crítica que tiende a plantear los problemas esenciales, principalmente el problema relacionado con la tendencia del desarrollo del capitalismo – lo que es la precondición para determinar su esencia. Su crítica al capitalismo está dirigida, de hecho, precisamente hacia el pensamiento crítico que aboga por el reemplazo del capitalismo y la creación del nuevo mundo. Los teóricos burgueses tratan al capitalismo como si fuera un orden no-histórico, es decir, como un hecho dado que no puede ser cuestionado. Desde esta posición resultan las declaraciones sobre la “necesidad” de la globalización capitalista, basada en el interés de las corporaciones multinacionales y el aniquilamiento de la vida, las cuales no mencionan la caída inevitable del capitalismo como una de las etapas históricas en el desarrollo de la humanidad. Los intelectuales a la Coca-Cola, por definición, usan la expresión “comunismo” mientras hablan de la URSS y otros países del “socialismo real” – intentando “probar” que el “comunismo fracasó” y para repudiar la crítica marxista al capitalismo y la idea de un futuro. En su ceguera ideológica, no logran notar que mientras critican a Marx están efectivamente empleando su propio concepto histórico, únicamente adecuado a los requerimientos de la preservación del capitalismo. Francis Fukuyama en su libro El final de la historia y el último hombre (The End of History and the Last Man) encuentra que la razón principal del fracaso del “comunismo” en el Este está relacionada con el hecho de que este orden estuviera basado en la “justicia social”: la lucha por la justicia social se vuelve un principio anti-existencial. Mucho antes que por Fukuyama, el mismo concepto fue “determinado” por Auguste Comte, y por su seguidor Pierre de Coubertin: la lucha de los oprimidos por la libertad y la justicia obstaculiza el “progreso” – encarnado en la burguesía – lo que significa que compromete la mera supervivencia de la humanidad. La crítica a las sociedades “comunistas” anteriores que realiza Fukuyama permanece limitada al rechazo basado en la intención de crear un orden económico racionalmente generado que sirviera al cumplimiento de las necesidades humanas – el cuál posibilitaría al hombre sobreponerse a la crisis existencial cada vez más profunda generada por el capitalismo. Su teoría, también, apunta a las tendencias principales en el desarrollo del pensamiento político del Occidente: las cosas ya no están ubicadas en un nivel esencial, sino en un nivel puramente existencial. Ello significa que todos los vehiculos que provean de una posibilidad de supervivencia del capitalismo son legítimos – a precio de borrar el legado emancipatorio de la sociedad civil y de la “humanidad tradicional”. Para Marx, el socialismo es la fase transitoria entre el capitalismo y el comunismo – que representa el último reemplazo del capitalismo al inicio de la historia real de la humanidad. Ello significa que no es posible el (re)establecimiento del capitalismo si el comunismo fuera alcanzado anteriormente. Las dimensiones del absurdo de la teoría burguesa se pueden percibir en el contexto de la noción que declara que ¡el capitalismo es el “post-comunismo”! Al mismo tiempo, los teóricos como Habermas hablan del “capitalismo tardío” que es de naturaleza completamente diferente del que ocupa a Marx. Éste logra las características que Marx le atribuye al socialismo, lo que significa que el “capitalismo tardío” implementa la idea del “socialismo” de Marx. Horkheimer plantea sus propios análisis en la Dialéctica de la Ilustración como una postura puramente académica. Su actitud hacia el deporte indica que está esterilizando la carga crítica, la que aspira al cambio, cuando trata con la esfera política concreta, creando por ello estructuras enteramente arbitrarias para preservar la armadura ideológica del capitalismo, la que aparece en el deporte en su forma condensada. En cuanto a la Sorge (preocupación, N. del T.) de Heidegger, ésta es de naturaleza abstracta ya que se relaciona con el “mundo” abstracto y el “hombre” abstracto. El enfoque debería, en su lugar, estar en la preocupación concreta del hombre concreto, es decir del hombre que vive en el mundo capitalista en el que prevalece la destrucción. Ya no se trata del miedo del hombre de tener que enfrentar su propia muerte natural inevitable, sino la ansiedad de que tiene que enfrentar la posibilidad crecientemente realista de la destrucción de la vida en la tierra y, por consiguiente, la humanidad misma. En el primer caso, la preocupación permanece en la esfera de la necesidad; en el segundo caso, la preocupación está relacionada con la esfera de la libertad: el hombre no puede evitar su propia muerte, pero se encuentra en posición de prevenir la destrucción de la humanidad y de crear un mundo humano. En este contexto, se puede hacer referencia al problema de la muerte y la extinción. La muerte no tiene que significar extinción si el hombre deja atrás suyo su obra por la que será recordado, es decir una obra que tarde o temprano contribuirá a la supervivencia de la humanidad. En el contecxto del ciclo (la vida) natural, la muerte es una precondición para el nacimiento de una vida nueva – es creadora de la vida. La esencia de la muerte capitalista es la destrucción de la naturaleza mecánica y la forma técnica, lo cuál es también la destrucción del hombre y la vida y, consecuentemente, de la cadena de muertes y nacimientos que crea la vida. El capitalismo no sólo ha privado al hombre de su patria espiritual (Heimatlosigkeit), sino también de su medioambiente vital a través del aniquilamiento de la naturaleza y del hombre como ser biológico; no solamente priva al hombre de su esencia humana, sino que cuestiona su supervivencia. El capitalismo ha “cegado” la preocupación existencial y la esencial: la lucha por la supervivencia se vuelve lucha por la libertad, a la vez que la lucha por la libertad se vuelve la lucha por la supervivencia.

El llamado “pensamiento izquierdista” no ha respondido de manera adecuada al desarrollo del capitalismo. Éste ha invertido la mayor parte de sus energías en la vana disputa acerca del pasado- en lugar de enfocar sus esfuerzos hacia el futuro y juntarlos para criticar al capitalismo como a un orden anulador de la vida. En lugar de diseñar nociones contemporáneas que pudieran posibilitar la creación de un concepto político que pudiera servir como una señal de camino para una lucha radical en contra del capitalismo como un orden destructivo, continúa usando las herramientas conceptuales creadas por Marx y Engels, “barridas” por el capitalismo hace mucho tiempo, al igual que la dialéctica de Hegel (Marx), la cuál se puede tomar tan sólo condicionalmente como el punto de arranque para la crítica del capitalismo – ya que su pirámide (histórica) de la libertad está basada en la certeza existencial. El tren capitalista no paró en la estación en la que, según Marx, debió haber parado (por medios de la revolución socialista), y continuó moviéndose – arrastrando a la totalidad de la humanidad hacia el abismo. La teoría del llamado “socialismo científico” el cuál es el equivalente histórico de la teoría del capitalismo como “final de la historia”, insiste en el principio absoluto de desempeño y, en ese contexto, en indicadores cuantitativos del “progreso” – hundiéndose por lo anterior sin remedio en las aguas lodosas del capitalismo. No es una casualidad el que se le diera tal importancia al deporte (al igual que a otras formas represivas del ejercicio físico), en el sentido de la ideología de la manía por los récords, en la sociedad soviética. Privado de su esencia humanista, la idea acerca del socialismo de Marx fue transformada en la práctica estalinista en el Este; en el Occidente, muchos “partidos comunistas”, tomando el dogma del “socialismo realizado” en la URSS como un hecho, transformaron la práctica soviética en la “idea del socialismo” a la cuál habría que tender. El “proyecto del futuro” ofrecido sigue basándose en la noción que el capitalismo es un orden injusto, no destructivo. La tarea más importante del movimiento global anticapitalista no es únicamente liberar a la humanidad de la opresión sino prevenir su aniquilamiento. Por todo esto la conciencia de las consecuencias del desarrollo del capitalismo representa una conditio sine qua non de la lucha en contra del capitalismo.

La lucha por la supervivencia de la vida y, en este contexto, la lucha en contra del capitalismo, abren una posibilidad para la creación de un movimiento político amplio que superará la clásica división de clases y la lucha de clases, abriendo igualmente la posibilidad para la dilución de la lucha en contra del capitalismo dirigiéndo su energía de aspiración al cambio hacia “proyectos ecológicos” que permanecen limitados a la sanación en vano de las consecuencias del capitalismo y su “mejoría”. El capitalismo ha “resuelto” el conflicto entre el determinismo y la libertad – entre los “objetivos potenciales” para la revolución y el voluntarismo revolucionario – destruyendo la herencia emancipatoria (cultural) de la humanidad, al hombre como ser biológico y a la naturaleza. La única solución real (existencial y esencial) sería una guerra total de la humanidad en contra del capitalismo, lo cuál implica el uso de todos los medios que pudieran causar su destrucción. Esta lucha no sería únicamente defensiva, liberadora o revolucionaria, sino una lucha como nunca se ha peleado: una lucha por la supervivencia de la humanidad y por la preservación de la vida sobre la Tierra. Teniendo en cuenta la intensidad de la destrucción global, se vuelve obvio que el comunismo no es una posibilidad meramente libertaria, como lo es para Marx, sino una necesidad existencial.

La “parte positiva” de la globalización capitalista es que inevitablemente genera el movimiento internacional antiglobalizador que evolucionará, con el tiempo, en un frente anticapitalista más radical. De la confrontación con el mundo existente, evolucionará en la lucha por el nuevo mundo. La exclamación de Marx de su Manifiesto Comunista: “¡Proletarios de todos los países, uníos!” – se vuelve un grito libertario y existencial de la humanidad despierta y plenamente conciente. Las demostraciones masivas anti-globalistas son importantes, pero únicamente si forman parte de la lucha diaria en contra del capitalismo. Sino, se vuelven parte del circo político y guían a las energías de aspiración al cambio al extravío. El problema de la lucha política es primordialmente organizacional. Las formas individuales de confrontación no son irrelevantes, sin embargo, no son suficientes para logros esenciales. Si no se cuenta con una lucha organizada, su impacto permanece tan limitado como lo es el de las piedras arrojadas al río revuelto – al cuál se le puede vencer únicamente por medio de fuerzas unidas. La lucha organizada no significa la dominación de la organización sobre el hombre, siempre y cuando ésta esté basada en la iniciativa individual y si cada individuo está conciente del hecho que el problema es la lucha por la supervivencia de la humanidad. Es un desafío, comparados con el cuál, todos los demás problemas en disputa se vuelven casi insignificantes. Entre aquellos que discuten los “problemas de los trabajadores”, algunos no están satisfechos con el comportamiento conformista de una parte considerable de la clase trabajadora en los países más desarrollados. Sin embargo, ello resulta de su posición al interior de la sociedad. El que su posición no esté “terminada de entenderse” como sujeto político en la lucha en contra del capitalismo confirma de la mejor manera la “preocupación” de los capitalistas por crear la (auto)conciencia de la clase trabajadora y por prevenir su participación política. De hecho, el descontento de los trabajadores está creciendo, a la par que las formas por conrontarlo están volviéndose cada vez más despiadadas. La “sociedad de consumo” no ha agotado únicamente su propio potencial para integrar a los trabajadores al mundo capitalista, sino que se está desintegrando ella misma y, consecuentemente, se están desmorronando los muros del campo de concentración – en el que se sigue manteniendo a la mayoría de los trabajadores. En cuanto a la “democracia” estadounidense, los ciudadanos de los EUA nunca tuvieron la oportunidad de escuchar la verdad sobre un solo tema del que dependen su libertad y su destino y jamás han participado, como ciudadanos emancipados, en la definición y la implementación de la estrategia del desarrollo social. Viven en un mundo que es una mentira absoluta y nunca tuvieron la oportunidad de escoger realmente. ¿Qué sucederá cuando se caiga la cerca – en una sociedad en la que no existen instituciones democráticas que pudieran ofrecer la posibilidad de articular el descontento de la gente alrededor de objetivos sociales generales?

La filosofía en boga no identifica la confirmación de la autenticidad de sus posiciones en la vida, sino únicamente en la filosofía – y así ad infinitum. Se vuelve una razón institucionalizada, separada del hombre y por ello un vehiculo por evitar las atenciones humanas hacia la toma de decisiones vitales clave – lo que unicamente ayuda al orden gobernante. La coraza conceptual fenomenológica se vuelve el camino hacia la creación de la conciencia virtual en las mentes humanas y hacia la destrucción de la relación razonable del hombre con el mundo. El problema correcto puede ser únicamente el problema concreto histórico. Hoy en día, es el problema de la supervivencia. Los problemas filosóficos “tradicionales” se pueden discutir exclusivamente en el contexto de este problema básico histórico (existencial). De otra manera, crean un laberinto en el que la razón capaz de revelar las tendencias destructivas del desarrollo capitalista, prevenir el aniquilamiento de la vida y ganar la causa por un mundo humano debe desaparecer. Una de las tareas más importantes de la teoría crítica es la de liberar a la mente de la filosofía “tradicional” – la cuál desvía la atención de la mente de los problemas concretos existenciales y esenciales, soluciones de los cuales requieren de una confrontación radical con el orden gobernante y la creación de una nueva sociedad – lo cual es el privilegio de los “filósofos” (ahora reducidos a técnicos intelectuales) y un medio para suprimir la lucha libertaria del hombre : la lucha por la libertad (supervivencia) se vuelve una actividad “no razonable” y consecuentemente pierde la legitimidad de una práctica auténtica que aspira al cambio. La participación política indica la verdadera naturaleza de la filosofía – la cual es tan sólo el caparazón en el que se esconde una razón degenerada a la manera capitalista. Esta razón media entre el hombre y el mundo, facilitando el aniquilamiento de la vida y del hombre como ser razonable. La verdad no es un hecho supra-histórico, alcanzable tan sólo por medio de la ciencia y la filosofía alejada del hombre. Siempre había sido concretamente histórica como lo es, también, la lucha por alcanzarla: hoy en día la verdad es la supervivencia, y la manera de alcanzarla es la lucha por la supervivencia. Este es el fundamento concreto de la “voluntad por el poder” del hombre contemporáneo y el criterio para determinar lo apropiado de la acción política.

La teoría crítica no se esconde detrás del “objetivismo” histórico, sino que posee una orientación política clara basada en los valores: invierte esfuerzos para el aniquilamiento del capitalismo y está basada en el derecho del hombre a la vida y la libertad. No intenta crear una nueva filosofía, pero tiende a abolir la filosofía como una esfera separada que media entre el hombre y el mundo y a implementar el legado emancipatorio de la sociedad moderna simbólicamente expresado en los principios rectores de la Revolución Francesa: Liberté, Egalité, Fraternité. En la filosofía clásica alemana, la cual formó la conciencia del hombre moderno, la noción de la razón se relacionaba con la noción de la libertad. Hoy en día, la razón no es únicamente la precondición para la libertad, sino igualmente para la existencia: la lucha por la razón se vuelve la lucha por la supervivencia.

La teoría crítica del capitalismo se debe modernizar a través de la introducción de nuevas nociones, teniendo en cuenta el hecho que la tendencia del desarrollo del capitalismo influye también en la crítica hacia éste. Dos nociones clave deberían volverse la base para la creación de la teoría crítica moderna del capitalismo: la destrucción de la vida por parte de capitalismo y, en oposición a ello, la práctica humana creadora de vida. Éstos conceptos se encuentran dialécticamente en opuesición: la destrucción totalizadora de la vida efectuada por parte del capitalismo lleva a la integración de la humanidad basada en la práctica totalizadora de la creación de la vida. Si en el pasado se podía aún argüír que no existía un punto de partida claro para la fundación y el desarrollo de una teoría crítica de la sociedad, hoy en día, el aniquilamiento de la vida cada vez más dramático, es decir la naturaleza ecocida del capitalismo, representa el punto unificador de partida tanto para el pensamiento crítico como para la práctica (política) con aspiración al cambio. Ello se relaciona con la naturaleza subjetiva de la libertad y la transformación del potencial objetivo de la libertad, establecido al interior de la sociedad civil, en un potencial realista para la liberación del hombre. El verdadero significado de la lucha no está en alcanzar algún tipo de objetivo supra-humano, sino en el desarrollo del potencial humano y de la sociedad como una comunidad a manera de hermandad de individuos emancipados capaces de manejar de manera directa su propia vida (social). Ello no es una tarea para un hombre abstracto, sino para todo hombre. La humanidad está en peligro, ya que la vida de cada individuo se encuentra en peligro directo. Históricamente, el hombre había tenido la oportunidad de alcanzar su propia humanidad a través de la lucha en contra de la tiranía; hoy en día, tiene la oportunidad de lograr su propia humanidad y la oportunidad de sobrevivir por ese medio – luchando en contra del orden aniquilador de la vida. La disposición de sacrificar su propia vida por la libertad se vuelve la disposición de ofrecer su vida por la supervivencia de la humanidad.

El corredor de la muerte capitalista transforma todo lo que el hombre ha creado -instituciones sociales, tecnología, ciencia, economía, educación, arte, religión, deporte, los medios de comunicación – en un vehiculo para la operación del capital, es decir para el aniquilamiento de la vida. Ninguna esfera social permanece siendo el aliado del hombre. No existe nadie más a quién le podría pedir ayuda más que los otros hombres: la sociabilidad es un imperativo existencial. Sólo ahora, cuando ha sido abandonado, solo en su lucha en contra del capitalismo, tiene el hombre la oportunidad de expresar sus propios valores humanos, de volverse el Hombre real y de transformar su mundo en una comunidad de hombres libres. La batalla más extensa y más dramática jamás librada se está llevando a cabo: o el hombre triunfará sobre el capitalismo, preservará la vida en este planeta y creará el mundo compatible con su propia imagen – o será aniquilado.

Translated by daniel durini from mexico

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